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Dudosa reputación

Adela Celorio

Había pensado compartir con los lectores la ansiedad que me provocan las insistentes amenazas de crisis alimentaria, para la que los urbanitas (gente que está convencida de que las zanahorias nacen en los refrigeradores del supermercado) no estamos ni remotamente preparados. El sólo pronóstico de una posible escasez de alimentos, me provoca doble apetito y la urgencia de hacer compras de pánico con la misma voracidad con que seguramente lo estarán haciendo los especuladores (Hambreadores, decíamos antes, cuando llamábamos a las cosas por su nombre).

Pero mejor no, definitivamente prefiero cambiar de tema y comentar con los lectores una curiosa Ley, que aunque vigente todavía en el ultraconservador Estado de Querétaro, fue promulgada en 1929 por su entonces gobernador Don José María Trachuelo, y que ante los cambios y modificaciones de las costumbres, resulta una pieza de museo que merece ser exhibida. Juzguen ustedes: “Las mujeres que ejercen prostitución, solamente podrán concurrir a los teatros y cines en el departamento de galería y en las plazas de toros a los departamentos de sol y de sombra, pero no estarán inmediatas a los palcos.

Estas mujeres deberán comportarse con decencia y vestir honestamente al salir a la calle, y no podrán vivir a una distancia menor de doscientos metros de templos, escuelas e industrias y tampoco visitar a familias honradas. Tienen prohibido dirigirles la palabra o el saludo a hombres que se encuentren en la calle y vayan acompañados. “Esto último supongo yo impide que una chica de la vida alegre salude espontánea a su honorable cliente habitual -¡Hola Julito!- frente a su esposa o socios que lo acompañan. Imagino que las prostitutas queretanas, vestidas honestamente como lo manda la Ley, se distinguirán claramente de las mujeres decentes, que como manda la moda, exhiben el ombligo, las caderas y una buena porción del tetamen maravillosamente reconstruido.

Perdido el carácter íntimo y sagrado que alguna vez tuvo; hoy el sexo se ha convertido en un derecho indiscutible de las nuevas generaciones. En todo caso, lo que llama la atención es el hecho de que a pesar de la excesiva oferta sexual gratuita: el mercado de sexo profesional y sofisticado sigue al alza. Jovencitos de ambos sexos ofrecen servicios de marca: chicas Vuitón, y chicos Hillfiguer perciben altos honorarios que les permiten disfrutar una vida, si no buena, por lo menos cara; y son cada vez más los jóvenes que se financian la universidad vendiendo sexo -sólo por un tiempecito- mientras se preparan para ganarse la vida con profesiones u oficios más presentables.

Y sin embargo, casarse “bien”, o sea con la cartera de alguien, sigue siendo una forma de prostitución socialmente aceptada. Pero me parece que me estoy metiendo en honduras. Mejor les cuento la muy sobada anécdota del vejete soltero y picarón que tuvo la osadía de presentarse en el exclusivo baile anual del Club de Banqueros escoltado por dos mujeres con claros signos de ser de la vida fácil (al menos eso dicen algunos, para mí que es bien difícil) al notarlo, las esposas de los honorables banqueros pusieron el grito en el oído de sus maridos y fue así que se designó al amigo más cercano de Don Alegrón para pedirle que abandonara el lugar.

“Pero compadre, cómo se te ocurre presentarte ante nuestras esposas acompañado de mujeres de dudosa reputación”. -Dudosa la reputación de las mujeres que están ahí dentro, las chicas que me acompañan son prostitutas ampliamente reconocidas; respondió Don Alegrón, quien tomando a sus amiguitas del brazo, se fue con ellas a seguir la parranda a otro lugar.

adelace2@prodigy.net.mx

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