Duermen videovigilados desde EU
La Patrulla Fronteriza vigila día y noche la colonia Libertad.
Don José Arias ha sido testigo y parte de la historia de la colonia Libertad. Tiene su hogar en la avenida Internacional desde donde ha observado los cambios suscitados en más de cuatro décadas que tiene de residir en ese lugar.
Del sui géneris tránsito constante de miles de migrantes de todas las nacionalidades, pasaron a la hostilidad cotidiana de la Patrulla Fronteriza quien vigila a todas horas hacia su calle y hasta el interior de sus hogares, pues las cámaras de video apuntan siempre a suelo mexicano. De finales de 2007 a la fecha, han proliferado los ataques con gases lacrimógenos hacia territorio mexicano, bajo el pretexto de los estadounidenses de responder a agresiones de traficantes de personas.
“Será verdad o mentira, pero pagamos justos por pecadores, porque la ‘migra’ dice que son los ‘polleros’, pero a nosotros nos perjudican”, afirmó.
Ahora el temor prevalece entre los residentes de la colonia Libertad, en la zona limítrofe con el país del norte. No saben en qué momento los sorprenderán con nuevos ataques que han ameritado la intervención de bomberos y cuerpos de rescate de Tijuana para auxiliar a los afectados.
Él mismo estuvo bajo vigilancia médica por la afectación a un marcapasos que lleva en el corazón.
“Estamos entre dos fuegos: por un lado está la Patrulla Fronteriza que siempre nos vigila y aprovecha cualquier provocación para agredirnos, y los delincuentes que se aprovechan de la falta de vigilancia para robarnos”, afirmó otro vecino que prefiere el anonimato, pues dice que podría sufrir represalias.
No sólo los que van de paso son delincuentes; hay familias que se dedican a pasar gente y saben lo que aquí pasa, refirió el entrevistado.
José Arias llegó de Michoacán con el mayor de sus 22 hijos. Se asentó en la zona limítrofe de Tijuana, en auge por el tránsito incesante de migrantes que no encontraban mayor obstáculo para cruzar, sólo tenían que esperar unas horas para estar en Estados Unidos.
“El bordo parecía un tianguis. La gente llegaba aquí y podía descansar debajo de los árboles. A veces hasta se daba tiempo para jugar algún partido de futbol en la cancha”, explicó mientras señala el campo que se observa aún por arriba de la barda metálica que Estados Unidos instaló hace años.
Como muchas otras familias, la de don José gozó de un repunte económico gracias a la llegada masiva de quienes huían de la pobreza en sus lugares de origen.
Levantó su vivienda y dio estudios básicos a sus hijos. Él como sus vecinos aprovechó para vender todo lo que pudieran requerir los viajeros: comida, aguas frescas, ropa, zapatos, chamarras y hasta estampas religiosas.
Gracias a la vecindad tan próxima con Estados Unidos observó cómo la situación cambió cuando allá decidieron delimitar su territorio, instalando láminas usadas como pistas de aterrizaje en el Oriente Medio.
Para él fue una de las primeras expresiones de la hostilidad que Estados Unidos marcó una etapa que no termina, pues si bien anteriormente hubo manifestaciones de agresividad, no habían sido tan marcadas como el poner una barrera e instalar reflectores, cámaras y sensores para detectar cualquier movimiento en la zona.
Fue entonces cuando comenzó el conteo de personas que fallecían al intentar cruzar la línea fronteriza por montañas y desiertos, donde había menos vigilancia, y en ese tiempo también se tuvo conocimiento de agresiones de agentes de la Patrulla Fronteriza contra migrantes de Centro y Sudamérica, especialmente contra mexicanos. Sin embargo, cuando el conteo de víctimas se convirtió en tarea cotidiana al grado de que desde 1995 a la fecha se han contabilizado más de 4 mil 500 fallecimientos, cuando ya no sorprendía el paso permanente de la Patrulla Fronteriza, sobrevivieron los ataques con gases lacrimógenos.
Enfrentan ataques solos
La barda metálica que Estados Unidos comenzó a levantar hace 13 años para delimitar su territorio, representa mucho más que una división entre dos países y la intención de cerrar el paso a indocumentados, terroristas y drogas.
Para los residentes de la colonia Libertad, donde se hizo el primer levantamiento del muro, es una demostración de poder ya conocida, intensificada con el tiempo, y que en muchas ocasiones han enfrentado ellos solos ante la indiferencia de su propio Gobierno.
Las recientes agresiones de la Patrulla Fronteriza apenas son un expresión más de la hostilidad demostrada por el vecino del norte y que ha prevalecido desde el siglo pasado, cuando esta colonia fue fundada por las primeras comunidades mexicanas de Tijuana para defenderse de los abusos laborales de los patrones estadounidenses, dueños de todas las actividades productivas de esta región.
Ocho ataques con gases lacrimógenos y balas de goma para responder a supuestas agresiones perpetradas por presuntos traficantes de personas, son motivo más que suficiente para que México recurra a las leyes internacionales, más allá de la carta diplomática que envió recientemente.
El Relator Especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los Derechos Humanos de los Migrantes, Jorge Bustamante Fernández, criticó la inacción del Gobierno mexicano al advertir que “las cartas diplomáticas sirven para lo mismo que la carabina de Ambrosio”.
El Colegio de la Frontera Norte (Colef), Bustamante escribió en un artículo que estos incidentes (los ataques de la Patrulla Fronteriza) tienen un potencial grave sobre las relaciones bilaterales que ambos lados deben reconocer como tal; sin embargo, no ha ocurrido así.
Cuestionó que no se haya dicho nada de la asimetría que hay entre responder con balas de goma y gases lacrimógenos a piedras, ni a la violación del derecho internacional entre dos países que no están en guerra.
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