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Eduardo Sojo

Plaza pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Apenas en la víspera de su remoción (sobre la cual guardó discreto silencio) el doctor Eduardo Sojo insistió en su versión optimista sobre la situación económica de México. Tras comparecer el martes ante la Comisión de presupuesto y cuenta pública de la Cámara de Diputados, si bien aceptó ante los medios que este año está siendo “complicado y difícil”, calificó de “moderados” los incrementos de precios previsibles para el segundo semestre, y dijo que el impacto del alza de la gasolina y el diesel “no va a ser muy importante”.

Ese optimismo no fue suficiente para retenerlo en la secretaría de Economía, de donde partirá a presidir el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, nombre actual del Instituto Nacional De Estadística, Geografía e Informática, denominación de donde procede la sigla que se mantiene. Al hacer un breve balance de la gestión de Sojo, en el anuncio de su relevo, el presidente Felipe Calderón no dedicó un momento ni una línea de su discurso a examinar el manejo de los instrumentos que esa secretaría puede utilizar para regular o encauzar la producción, la distribución y el consumo. Sólo reparó en la promoción de las inversiones extranjeras (que llegaron a 24 mil 600 millones de dólares) y en el incremento de la competitividad, algo que es contradicho a menudo por quienes se quejan de que la falta de ese característica en la economía nacional es el talón de Aquiles de México.

Sojo insistió también en la tesis central del Gobierno, que la realidad ha obligado a matizar. Dijo que “no hay mejor manera de disciplinar los precios que la apertura”, que es un modo de asegurar que el mercado es el mejor regulador. Así lo sostuvo al comienzo de la Administración, antela crisis del maíz y la tortilla. La fragilidad de ese credo se revela en el ejemplo que puso ante los diputados sobre las excelencias del influjo de las importaciones libres. Se refirió a la eliminación del requisito de planta en la industria farmacéutica, cuyo efecto en los precios sólo podrá advertirse dentro de algunos años. Contrario al control de precios, recordó que sólo puede establecerlos la secretaría “cuando la Comisión Federal de Competencia dictamina que no hay condiciones de competencia en los mercados”, y que actualmente sólo se controla el del gas lp, porque dicha comisión ha dictaminado que en ese producto no hay competencia.

Con su credo neoliberal Sojo no halló mejor fórmula que la retórica y los programas pactados y superfluos o de plano la elusión frente a los problemas sustantivos generados en no pocas áreas de la endeble estructura económica de México por la crisis norteamericana y el alza de los alimentos en el mundo. No percibió como signos preocupantes la carestía de la comida, el empobrecimiento de la dieta derivado de ella y la creciente insolvencia de los tenedores de tarjetas en el pago de sus consumos.

Sojo trabajó antaño en el organismo que ahora encabezará. Pero se trata de un nuevo INEGI, instrumento de un presidencialismo redivivo, como el que Calderón aspira a ejercer sobre el consejo de administración de Pemex. El instituto que dirigirá el ex secretario de Economía surgió de la reforma constitucional de 2006 y de su ley orgánica, que data del año pasado. El rasgo principal del nuevo organismo es su función de medir la inflación. Sustituirá en ello al Banco de México en 2011, al cabo de una transición que pondrá en manos del INEGI los mecanismos para la elaboración de los índices nacionales de precios al consumidor y al productor. Será sano que la inflación sea medida fuera del órgano cuya misión central sea domeñarla, pues estructuralmente será más creíble que esa tarea la realice un órgano distinto, cuyo prestigio sufrió sin embargo una importante mengua cuando acató la instrucción del presidente Vicente Fox de no difundir los resultados de la encuesta nacional sobre la pobreza en vísperas de las elecciones de 2006.

El INEGI fue creado en 1983, como parte de la modernización tecnocrática impulsada por Carlos Salinas desde que fue secretario de Programación y Presupuesto, de que originalmente dependió ese órgano. Lo presidió en sus primeros años Pedro Aspe, que de esa posición pasó a ser subsecretario y luego secretario de Estado. Fue reemplazado por Rogelio Montemayor, que después fue gobernador de Coahuila y director de Pemex, procesado por desvío de recursos de ese organismo. Carlos Jarque, su presidente más duradero (diez años en el cargo) fue brevemente secretario de Desarrollo Social antes de hacer carrera internacional. También encabezó el INEGI Antonio Puig y Gilberto Calvillo, carentes del perfil político de los anteriores y que ahora vuelve a mostrarse con el nombramiento de Sojo.

Junto al suyo serán propuestos por Calderón a la Permanente los nombres de los cuatro miembros restantes de la junta de gobierno del INEGI. Se percibe la intención de crear un órgano homogéneo, pues los futuros vicepresidentes proceden del Instituto Tecnológico Autónomo de México, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado y el propio equipo de Sojo, nadie menos que su oficial mayor en la secretaría que ahora abandonan ambos.

Aunque Sojo se unió al equipo del candidato Felipe Calderón, lo hizo como una aportación del Gobierno de Fox a la campaña panista, por lo que no consiguió ingresar en el círculo presidencial más estrecho. De allí proviene, en cambio, su sucesor, Gerardo Ruiz Mateos, a cuya designación y carrera ya nos referiremos.

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