Desde luego, el Gobierno de Coahuila no tenía por qué retirar los anuncios que se colocaron a la salida de la ciudad de Torreón en los límites donde empieza Durango o en su caso Nuevo León o cualquier entidad colindante. De la lectura de su redacción no se apreciaba un proceder doble y solapado dirigido a menospreciar a nadie. Era una demostración clara y abierta dirigida a los que se desplazan por los caminos que conducen a los confines de nuestra entidad de que, los habitantes de este terruño, nos jactamos a los cuatro vientos de ser de acá sin que haya el menor propósito de ofender a nuestros vecinos. Que nadie se sienta agraviado por lo que decían los ahora abatidos letreros dado que no había un demérito patente que fuera dirigido a golpear con frases hirientes a los que salen o entran a territorio coahuilense provenientes o con destino a los estados colindantes que serían Texas, en la Unión americana y de este lado del bordo Tamaulipas, Nuevo León, Zacatecas, Chihuahua y Durango.
En el caso de la vecina ciudad de Gómez Palacio, se comentó allá, que los rótulos afectaban la concordia que debe prevalecer entre los municipios que integran la Comarca Lagunera. No se equivoquen quienes tengan el ánimo de ver a los laguneros desunidos, pues poco favor le hacen a los miles de ciudadanos que viajan de allá para acá o de aquí hacia cualquiera de las tres ciudades hermanas. Diariamente, a todas horas, a lo largo de la semana laboral, por asuntos familiares, cuestión de negocio o por simple placer, cruzan los puentes que sirven a ambas entidades para comunicarse, sin necesidad de pasaporte, pues somos los mismos. Los letreros no llevaban dedicatoria, trataban de ser originales, distintos de los que se concretan a señalar bienvenidos o feliz viaje, en lo que no hay el menor vestigio de hipocresía. Lo malo consistiría en que lo escrito hubiera disfrazado una ofensa, que por más que me esfuerzo, no advierto por ningún lado. No era un anuncio injurioso que, de alguna manera, manchara la reputación de alguien.
Las frases que se consideraron lesivas a la dignidad o el honor de quienes salen o entran a esta entidad en anuncios colocados para que unos y otros los tengan al alcance de sus ojos, carecían, según mi punto de vista, de tortuosidad, retorcimiento o sutileza más allá de lo que contenían. No había ningún mensaje subliminal. La ocurrencia derivaba, lo creo seriamente, del orgullo que tiene quien estima suya la entidad o pertenece a ella. Si usted quiere se puede considerar vanidoso al que exalta su terruño como la morada más bella que desde los tiempos de la Babilonia haya llegado a existir, es el amor con su carga emocional lo que nos hace considerar lo nuestro como lo mejor, lo más fastuoso, monumental y majestuoso. Aunque pudiera ser exagerada esa evaluación, no por eso estábamos considerando a los demás como indignos de vivir a nuestro lado. Son muchos los acontecimientos históricos que unen a las tres ciudades. Tenemos amigos entrañables en ambas márgenes del río Nazas. Los laguneros de corazón, así queremos seguir. No nos engañemos con miriñaques. No hagamos de esto una Torre de Babel.
Quiero entender que las protestas se originaron en la más aguda de las neurastenias que se ha apoderado de los habitantes de los tres municipios y tiene su razón de ser. Cuando por las planicies vírgenes de la Comarca viajaban dichosos los antiguos laguneros con la lentitud y parsimonia de un tranvía eléctrico, la calma que privaba en su entorno era de tal naturaleza que a las familias les bastaba viajar de Torreón a Lerdo, para ahuyentar la tristeza, la melancolía, el temor y la emotividad. Ahora son otros tiempos, vivimos días acelerados, los nervios alterados, las emociones crispadas. El miedo que se aferra a nuestras vidas en estos días, nos hace temblequear las rodillas, casi sin darnos cuenta, lo hacemos como si estuviésemos cumpliendo con una obligación corporal, producto de una enfermedad incurable, el baile de San Vito. Los nervios hacen brincar nuestros dedos, como garbanzos en el fondo de una olla con agua hirviendo. Nada nos gusta o todo nos disgusta. Las actuales generaciones vivimos asustados. Salgamos de ese nefasto círculo que nos hace desfallecer, temerosos de que lleguen las horas nocturnas.