Cuando uno menciona medios masivos de comunicación se incurre en el error de pensar que en realidad existe dicha comunicación. Al ser meros emisores los medios, rara vez se logra la interacción entre el emisor y el receptor del mensaje, no hay retroalimentación. Si yo escucho una noticia y sé que tiene su dosis de falsedad, los filtros de llamadas que se implementan en las televisoras evitarán que mi comentario sobre dicha simulación sea escuchado (como sucede en Multimugres televisión, donde una reportera confirmó a su seguro escribidor la existencia de los filtros donde se seleccionan sólo las llamadas convenientes para la empresa).
En México, ya lo sabemos y nos lo han repetido hasta solidificarlo en verdad indisoluble, no se lee; pero lo que sí se realiza con gozo extremo y con la omnipresencia del aparato es ver televisión. Uno se encuentra con televisores en los bancos, en salas de espera, con monitores que ocasionalmente transmiten la señal abierta en los supermercados y en las tiendas de electrodomésticos, y pareciera que no hay lugar que no sea ocupado por la caja que no es tan idiota como sus contenidos (masivos y en el duopolio) la hacen parecer. Bueno, ya hasta en los baños hay monitores, aunque éstos con fines publicitarios.
Mientras leo el libro “A Paso de Cangrejo”, del italiano Umberto Eco, no puedo dejar de pensar en la televisión que padecemos. En varios de los ensayos de este libro, que ha sido uno de los más clarificadores que he leído, Eco nos habla sobre cómo la uniformidad de contenidos en la televisión lleva a la unificación del pensamiento; en cómo a las personas habituadas a obtener entretenimiento como única opción no les interesa nada que no sea seguir teniendo ese entretenimiento; en cómo existe un riesgo en dejarse llevar por lo que dice la televisión, y en que, dado el gran alcance del aparato, las noticias quedan relegadas a los fines particulares de quienes las transmiten.
Dicen las cifras que más del ochenta por ciento de la población en México tiene a la televisión como su única vía de información. Esto no sería tan preocupante si no fuera porque sólo tenemos dos grandes compañías que dominan las frecuencias y sus repetidoras a lo largo ancho bajo y alto del país. Empresas que definen el pensamiento mexicano y la agenda noticiosa televisiva.
Al ser dos firmas de gran alcance, su poder de configurar idearios y percepciones sobre la realidad es pocas veces combatible. Lo vemos en los contenidos: las noticias referentes a los problemas habituales son tratadas de forma superflua; el predominio de la propaganda (mensajes repetidos muchas veces con el afán de convertirse en verdad, recuerde el comercial del tesoro en aguas profundas) es patente, y la intromisión de las opiniones de los presentadores que toman partido conforme a los intereses, como se vio durante los procesos de reforma a la ley electoral, donde los representantes de los medios hicieron su rabieta porque iban a perder los millones de pesos de publicidad pagados con nuestros impuestos; o como sucede con la satanización del PRD durante su proceso de elecciones internas, que a mi parecer es, entre otras cosas, el reflejo de la corrupción en el sistema electoral mexicano, una muestra del interés habitual de las diversas tribus por no perder su cuota de poder y monetaria; aunque el tema es más extenso e implica la concreción de una ideología, ya sea la de los esbirros de la derecha, el chuchismo, o la representación popular del Frente Amplio Progresista que no desea perder el nexo entre las masas y sus representantes en el congreso, algo que todos sabemos, ya no tiene mucha conexión. O, insisto ¿sabe usted quién es su diputado, senador, o ya cuando menos síndico?
¿No le parece curioso que la televisión, en sus dos señales imperantes, diera mayor trascendencia y espacios a las agresiones contra Jesús Ortega que a la corrupción de Juan Camilo Mouriño, quien es merecedor de un juicio político?
Y qué me dice del tratamiento que la televisión hace sobre las diversas reformas a las leyes, que han venido a perjudicar al pueblo entretenido por el azul de los monitores y que no sabe siquiera, como lo muestra un promocional, cuáles son los poderes del Estado y sus funciones. Incluso me parece manipulador el que se haya invitado a López Obrador a Televisa al noticiero de Carlos Loret de Mola, sólo para agredirlo y descalificarlo, cuando representa a una fuerza social inconforme con la imposición de un presidente y sus políticas empobrecedoras, ya no se diga la corrupción e impunidad de los miembros del gabinete impuesto “haiga sido como haiga sido” y del lengualarga Vicente Fox.
El jueves Alexander Czaja me preguntaba sobre el periódico independiente en el que colaboro. Me decía que si era posible que estuviéramos en televisión. Como respuesta sólo pude decirle que los medios alternativos no tienen cabida en el imperio del duopolio. Añado en estas líneas que será muy difícil tener una sociedad inteligente, democrática y participativa mientras existan carencias sobre la información, la educación y la cultura que los medios crean. La televisión es un medio poderoso y las opciones que no atañen a los intereses empresariales rara vez serán transmitidas en horarios que no pasen de la media noche. Cuando existen periodistas que mientan la soga en la casa del ahorcado, son despedidos por “divergencias en los criterios editoriales” (caso Carmen Aristegui), o simplemente se les relega o se les compra.
El panorama televisivo es oscuro y la opción para combatirlo es volver a la información de mano en mano, a transmitir esta información con sencillez. Es indispensable acercarse a medios alternos en Internet y recuperar la conciencia social de sujetos participativos a los que atañe lo que sucede en su comunidad.
CODA: Tratándose de información lo mejor es leer, pero ¿qué leen el mexicano y el lagunero? Le invito a la conferencia “El Mito del No Lector”, que estaré dando este próximo miércoles nueve de abril, a las ocho de la noche en el Instituto Coahuilense de Cultura en Torreón (Juárez y Colón sin número). En la conferencia hablaré sobre los índices de lectura del mexicano, lo que se lee en México y en La Laguna, por qué no somos un país de lectores, y daré propuestas sobre cómo promover la lectura y el gusto por los libros. Queda cordialmente invitado. La entrada es libre.
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