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El chelista

Jaque mate

Sergio Sarmiento

“Sé una versión de primera clase de ti mismo, no una versión de segunda clase de alguien más”.

Judy Garland

Davos, Suiza.- El hombre con aspecto chino se veía tan perdido como yo en el coctel previo a un almuerzo en el hotel Seehof de Davos. En un momento trató de entrar en un salón en el que se llevaba a cabo una comida completamente distinta a la que estábamos invitados. Al final quedamos los dos solos, un poco alejados de la muchedumbre que había asistido a la reunión. Un vistazo a su tarjeta de identificación, sin embargo, me impulsó a hacer algo que nunca había hecho en mi vida.

“Soy Sergio Sarmiento –le dije, ofreciéndole la mano—. Vengo de México… Déjeme decirle, aunque sin duda todo el mundo se lo dice, que soy un enorme admirador de su trabajo. Tengo toda su colección de las suites de chelo de Bach. Y tengo otros 10 o 12 de sus discos”.

El hombre me miró y sonrió. No, no se trataba de Bono, ese artista de rock con pretensiones de sencillez y aires de gran estrella que se mueve siempre en Davos seguido de una nube de asistentes y escoltas. Era Yo-Yo Ma, a mi juicio el mejor chelista del mundo.

Durante algunos minutos mantuvimos una conversación, quizá trivial para otros, pero importante para mí. Ma me habló de su amistad con Carlos Prieto, el chelista mexicano, y me contó que don Carlos en una ocasión lo llevó a Morelia para un concierto de apoyo al conservatorio que ha impulsado en esa ciudad michoacana. Después la marea humana nos envolvió y nos separó, pero no sin que prometiéramos intercambiar correos electrónicos.

Me dicen que el almuerzo que todos los años organiza Lally Graham Weymouth, hija de la legendaria Katherine Graham, que fue dueña del Washington Post y de Newsweek, es uno de los puntos relevantes del Foro Económico Mundial de Davos. En esta ocasión la mesa principal, presidida por la propia Lally, contaba con la presencia del presidente de Israel, Shimon Peres, y el primer ministro de Palestina, Salam Fayad. Había ahí también otras personalidades, incluyendo al mexicano José Ángel Gurría, director general de la Organización para Cooperación y el Desarrollo Económico, la OCDE. En mi mesa se encontraba Jacques Attali, ese político y pensador francés que fue uno de los principales asesores de Francois Mitterrand y de quien éste dijo en alguna ocasión: “¿Computadora? No, no tengo. Yo tengo a Jacques Attali”. En cada mesa había un grupo importante de personalidades.

Los discursos de Peres y Fayad fueron breves, pero sustanciosos. A la mitad de la comida llegó la Rania de Jordania, una mujer reconocida por su belleza física, por su toque humano y por su inteligencia. La reina se tomó el tiempo de visitar algunas de las mesas del salón. En la mía se encontraba el escritor y columnista Christopher Dickey, a quien evidentemente conocía. Ella se aproximó sonriente a la mesa, saludó a Dickey efusivamente y posteriormente nos dio la mano a cada uno de los otros comensales.

Cada visita a Davos me ha reservado pequeños momentos como éste. Recuerdo el momento en que tuve la oportunidad de conversar con George Soros, el famoso financiero de origen húngaro que “derrotó” al Banco de Inglaterra en una jugada especulativa que llevó a la devaluación de la libra esterlina en los años ochenta. Soros no estaba interesado en hablar sobre finanzas sino en la necesidad de construir una “sociedad abierta” y en derrotar a George W. Bush. En otra reunión la oportunidad fue la de hablar con Hans Küng, uno de los teólogos más importantes de las últimas décadas.

El encanto de Davos es especial, pero suele llegar en pequeños destellos. Muchas de las conferencias son fascinantes, pero otras son simplemente aburridas. Si bien muchas de las reuniones son formalmente off-the-record, los participantes saben bien que todo lo que digan se difundirá y podrá ser usado en su contra. Esto hace que cuiden mucho lo que dicen.

Los medios de comunicación en Davos le prestan mayor atención a los grandes pronunciamientos de los personajes famosos como Bill Gates, Henry Kissinger, Condoleeza Rice o Gordon Brown. Lo que al final le da el mayor valor agregado al Foro, sin embargo, son los encuentros y conversaciones con hombres y mujeres que quizá no sean tan conocidos, pero que marcan la pauta en sus campos de especialidad.

En efecto, mucho después de que quede atrás la turbulencia financiera de este mes de enero, mucho después de que la gente olvide las discusiones sobre la recesión en los Estados Unidos, yo me acordaré del breve encuentro con Yo-Yo Ma. Y cada vez que escuche sus suites de chelo de Bach, recordaré el rostro de este músico que al conocerme quiso compartir conmigo el entusiasmo que le había quedado en el ánimo tras conocer la ciudad de Morelia.

FRECUENCIAS

Kevin Martin, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos, dijo en Davos que en su país se están licitando frecuencias con la mayor apertura posible en los usos con el propósito específico de fomentar la inversión en innovación tecnológica. En México, sin embargo, una absurda decisión de la Suprema Corte de Justicia sobre la Ley de Radio, Televisión y Telecomunicaciones prohibió el año pasado esta apertura y determinó que cada uso de una frecuencia debe ser objeto de una licitación y un pago por separado. Sin duda los ministros de la Corte nunca entendieron el obstáculo monstruoso que estaban creando a la innovación y a la inversión en nuestro país. El daño que le han hecho a la economía mexicana, sin embargo, persistirá durante mucho más tiempo del que ellos estarán en la Corte.

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