Las convenciones nacionales de los principales partidos norteamericanos son espectáculos realmente extraños. Por un lado, miles de personas se reúnen para votar una decisión que se ha tomado desde hace ya buen rato: quién será su candidato a la Presidencia. Por otro, más que la votación (que se supone es de lo que se trata toda la faramalla), lo importante son los discursos que se pronuncian durante todos esos días de circo. De hecho, fue una pieza de oratoria lanzada por Barack Obama en una convención lo que lo proyectó a nivel nacional.
Los demócratas escogieron la ciudad de Denver para realizar su convención. Y los ciudadanos de esa hermosa parte de Colorado no están muy contentos con las visitas. Y es que la seguridad que se ha desplegado resulta apabullante, y para muchos, sobredimensionada. Hay más de tres policías por cada convencionista. Por no decir nada del cierre del espacio aéreo, los registros en distintos puntos de la ciudad y las vallas desmontables que aparecen y desaparecen inopinadamente.
Corre el rumor que esas impresionantes medidas no tienen tanto que ver con un posible atentado terrorista de Al Qaeda, como con el temor de que algún supremacista blanco, miembro del Ku Klux Klan u otro loquito por el estilo, intente acabar con el primer candidato presidencial negro con altas probabilidades de alcanzar la Presidencia.
Como dicen que el miedo no anda en burro, tanto el Servicio Secreto como la Policía de Denver prefirieron pecar por el lado de la saturación.
En teoría, las convenciones también sirven para elegir al compañero de fórmula del vencedor de las primarias; o sea, el candidato a la vicepresidencia. Pero en este caso, tampoco se cumplió con esa función: antes de que se inaugurara siquiera el evento, Obama ya había anunciado su decisión (que no depende de lo que diga el partido): el senador por Delaware, Joseph Biden.
Biden posee buenas credenciales: tiene varias décadas de experiencia en el Senado, y es un refinado conocedor de las tripas del sistema político norteamericano. Quizá demasiado liberal para quienes hubieran deseado equilibrar un poco la imagen de Obama en ese sentido. Pero una elección que parece conveniente. Al menos Biden tiene canas, para contrarrestar los ataques a la novatez de Obama.
Con ello quedó fuera de la jugada Hillary Clinton. El sueño de una fórmula Obama-Clinton se ha desvanecido. Lo importante es cómo responderán al aparente desaire los partidarios recalcitrantes de la esposa del casquivano Bill. Aunque Hillary han instado a sus seguidores a apoyar a Obama, se teme que haya una reacción de despecho de parte de quienes le apostaron a la dama, y salieron con las manos vacías. Y en ese segmento podría haber votos que, en última instancia, se necesitarán en diciembre. Ya veremos y comentaremos.