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El comentario de hoy

Francisco Amparán

Kenia: crisis post electoral (ésa sí de a de veras)

Creo que resulta muy evidente: quienes hablaron de una profunda, cataclísmica crisis post electoral tras los comicios mexicanos de julio de 2006, en gran medida exageraban, por dos razones principales (y quién sabe cuántas secundarias): porque en vastas regiones del país (norte y occidente, fundamentalmente) no existía la mínima desazón ni inconformidad con el resultado. Y porque sólo unos cuantos alebrestados, de las tribus más primitivas y arcaicas del PRD, pretendían recurrir a la violencia para que el Mesías Tropical cumpliera con su destino manifiesto. Pese a que a nuestros niños se les educa en la noción de que levantarse en armas es heroico, y que los cambios siempre se producen a trancazos y no con negociaciones y reformas, resultaba evidente que la mayoría de la gente (le fuera a quien le fuera) no quería ver derramarse sangre. Y no la hubo. La única violencia ejercida fue contra el pavimento del Paseo de la Reforma, contra la inteligencia de quienes oían proclamas del Presidente Patito, y contra la infinita paciencia de los automovilistas chilangos. Uno de los pocos triunfos de la civilidad mexicana en el siglo XXI.

Todo lo cual contrasta con lo que está sucediendo en Kenia en estos momentos.

En ese país del África Oriental hubo elecciones generales hace unos días. Y desde el principio, las cosas no parecieron marchar bien. El conteo de los votos se demoró eternidades en ciertas regiones. En algunos distritos votó, como en los mejores tiempos del PRI, un 115% del padrón. Observadores locales y foráneos vieron obstaculizada su labor… la lista de irregularidades seguía y seguía.

Pese a ello, y a que la Oposición obtuvo la mayoría en el Poder Legislativo, el consejo electoral kenyano se apresuró a declarar ganador al anterior presidente, Mwai Ribaki, el cual en teoría se reeligió con un 51.3% de la votación. Por tanto, el candidato presidencial de la Oposición, Raida Odinga, se quedó papando moscas, a menos de tres puntos porcentuales de distancia.

Lo turbio de los comicios, el sucio manejo de los resultados electorales, más la torpe política de vil agandalle por parte del presidente, han hecho que una buena parte de la población desprecie los resultados oficiales, provocando choques, saqueos y asesinatos. Para colmo, como suele ocurrir en África y otras partes del mundo, la votación se dio prácticamente de acuerdo a criterios étnicos: Ribaki es apoyado por los kikuyu, que conforman el principal grupo etnolingüístico de Kenia. En tanto que Odinga pertenece a la nación luo. Lo que hemos visto en los últimos días es no sólo violencia política sino racial. Y eso, en una región del mundo que hace menos de tres lustros, en Rwanda, vio el peor genocidio las últimas décadas… precisamente por motivos raciales.

Por todo ello, la situación en Kenia debe ser seguida con mucha atención no sólo por sus vecinos, sino por la comunidad internacional toda. La situación puede salirse de control, y sería imperdonable que en Kenya se repitieran (y en una escala mucho mayor) las horribles escenas de Rwanda.

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