Penúltimas palabras de un viejo guerrero
Entre otros, hay un detalle que suele ser obviado cuando se recuerda el escándalo de Watergate, el que trajera consigo la caída de Richard Nixon, quien se convirtió en el primer presidente norteamericano en renunciar a su cargo. Ese detalle es que el espionaje en contra del Partido Demócrata era totalmente innecesario, dado que esa agrupación no daba pie con bola en aquellos tiempos. Tanto así que su candidato presidencial de 1972, George McGovern, fue barrido del mapa durante las elecciones de ese año. Nixon fue reelecto con uno de los porcentajes más altos de la historia. En parte, porque en esos momentos el Tramposo Dicky era realmente popular; y en parte, porque el discurso liberal duro de McGovern espantó a muchas buenas almas a quienes no les gusta que les muevan el tapete.
Luego de ese desastre, McGovern salió del mapa político, y no habíamos vuelto a saber de él. Hasta que hace unos días, el viejo guerrero liberal escribió un artículo de opinión en el periódico The Washington Post. A sus 85 años, no parece haber perdido un ápice de su ironía ni capacidad de dar lata. El título del artículo parece decirlo todo: “Desafueren a ambos”. Se refiere, por supuesto, a los actuales titulares del Ejecutivo norteamericano: George W. Bush y el vicepresidente Dick Cheney.
McGovern reconoce que no guarda muchas esperanzas de que, en el actual ambiente político, un proceso de desafuero tenga mucho ímpetu ni éxito. Pero da sus razones para abogar por ese tipo de procedimientos. Según él, las condiciones que plantea la Constitución para echar fuera a un presidente, se cumplen a toda cabalidad.
En primer lugar, porque lo que Bush y Cheney han hecho con el pueblo norteamericano entra, según él, en la definición de “importantes crímenes y delitos” (high crimes and misdemeanors): le han mentido consistente, cínicamente a su gente; han violado leyes nacionales e internacionales; han metido a su país en una guerra insensata, que le ha costado cerca de 4,000 vidas a su juventud, arruinando de paso a una nación que nunca los agredió; la deuda pública americana es la más alta de la historia; y, para fruncir lo arrugado, han arruinado la reputación del país en el extranjero.
Para acabar pronto, McGovern opina que Estados Unidos, después de tan desastrosa Administración, requiere una reforma trascendental, que debe empezar con el desafuero de los causantes de tanto desaguisado… los cuales, por cierto, son todavía peores… que Nixon.
Que el hombre aplastado electoralmente por Nixon, uno de los presidentes más detestados de la historia reciente, opine que aquél era mejor que el actual… la verdad, ya es mucho decir. Una medida de lo desacreditado que se halla un Gobierno al que todavía le queda un año… para hacer más tonterías. ¡Gulp!