Una vez que ya pasaron las principales pachangas, con sus consecuentes crudas fisiológicas y morales, es hora de apaciguarse y ponernos a pensar qué vamos a hacer en este año que apenas empieza.
Y es que hay muchas, pero muchas asignaturas pendientes que, como nación, tenemos que solventar en 2008. De lo contrario, seguiremos en la ruta que nos ha llevado de fracaso en fracaso, de derrota en derrota. Nuestra propensión a no hacer lo que se debe cuando se debe, nos ha costado horrores en términos históricos. Y no parecemos haber aprendido las lecciones del pasado.
Por supuesto, están pendientes muchas de las llamadas reformas estructurales. Seguimos cargando rezagos de cuando el mundo era totalmente diferente. Nuestros torpes políticos continúan manejando un discurso rancio que, si ya no servía hace treinta años, mucho menos ahora. Lo impresionante es que, al parecer, sí se lo creen. Y cuando hablan de soberanía parecen pensar que un país pobre, sin recursos y sin empleos es más soberano que uno con inversiones, trabajo y aprovechamiento eficiente de aquello con lo que cuenta.
También está pendiente una sacudida completa a nuestro sistema judicial y de procuración y administración de la justicia. Se requiere una limpieza completa de lo que tiene que ver con este rubro, que a la mayoría de la gente le preocupa más que ningún otro. Al ciudadano mexicano promedio le angustia mucho más la inseguridad y su prima cercana, la impunidad, que las grillas mezquinas de los partidos sobre qué Fulano queda o no en el Consejo General del IFE.
Otro pendiente: por sus muy respectivas venganzas (y ante la impasividad increíble de un PAN sin brújula ni visión), el PRI y el PRD procedieron a desmantelar un IFE que no les gustaba. Una de las pocas, poquísimas instituciones de las que los mexicanos podíamos estar orgullosos, procedió a ser agarrada a patadas por unos partidos premodernos y ciegos. Y ni siquiera eso pudieron hacer bien. Luego de uno proceso más bien tortuoso y no muy limpio, fueron incapaces de ponerse de acuerdo sobre quiénes sustituirían a los tres marcados con el estigma de sus odios. Y postergaron todo el asunto para febrero, porque los angelitos se cansan de no hacer nada, de trabajar 90 días al año, de pasársela de viaje en viaje a costillas de los que sí hacemos algo de provecho.
Por supuesto, se nos quedan en el tintero muchos otros pendientes para este año, que incluyen hasta la definición de la alineación que usará Hugo Sánchez durante todo 2008. Pero baste llamar la atención de que hay múltiples rezagos que deben atenderse a la brevedad. En caso de no hacerlo, de seguir improvisando y reaccionando a botepronto, seguiremos siendo un fracaso como nación. Llegó el momento de, realmente, poner sobre la mesa una agenda nacional. Y que se cumpla.
