Han terminado los Juegos Olímpicos y, como en ocasiones anteriores, surge una buena cantidad de comentarios alrededor de la mala participación de nuestros atletas, algunos cargados de una fuerte dosis de sarcasmo y otros en nuestro eterno consuelo de la ironía.
En dos semanas se mostraron las carencias que afronta el deporte en nuestra nación, y de igual forma en un lapso de dos días las medallas de oro en tae kwon do causaron un raro efecto de gozo y comparación, entonces surgen los cuestionamientos, críticas y comentarios ácidos sobre un determinado atleta, equipo o disciplina.
La respuesta a una de las interrogantes sobre el rendimiento se da bajo la premisa de que si ganamos somos los mejores, y si perdemos los peores, o con el clásico “a qué fue”. Por lo tanto, debemos encontrar un justo medio en que se reconozcan esfuerzos pero a la vez se exijan resultados.
De parte del deportista afloran las quejas sobre el escaso apoyo recibido, y esto por lo general es producto de un error bastante común, que es la comparación con el deporte profesional.
Debemos estar conscientes de que el deporte cuesta pero que también exige, porque si de comparar se trata se puede considerar un acto exagerado que una medalla de oro de altísimo valor emocional reditúe 7.8 millones de pesos en becas y apoyos, obsequios como casas y autos, más la derrama por patrocinios, representaciones y participaciones en algún medio que por lo general es una televisora. Se habla sobre la carencia de entrenadores y deportistas con capacidad en el medio nacional, sin embargo tenemos que ver la cantidad de becas deportivas otorgadas dentro y fuera del país a prospectos que se hacen merecedores a esta clase de estímulos por su capacidad y dedicación.
Dentro de la carencia es contrastante que en el equipo de clavados de Australia el mexicano Salvador Sobrino sea el entrenador, su capacidad está a la vista, ya que ha sido entrenador de Fernando Platas y recientemente por un espacio de seis meses de Jashia Luna y ahora del ganador de medalla de oro australiano Matthew Mitcham.
Se toma como algo natural que la participación olímpica sirva de ventana y trampolín para el salto al profesionalismo, como se ha dado en múltiples casos en el boxeo y años atrás en el futbol.
Desear el reconocimiento público es normal en la naturaleza del comportamiento humano y más aún en el deportista, sin embargo, medios y público en general contribuimos a la desubicación de quien alcanza un logro, por eso insisto en la búsqueda del punto medio que nos permita reconocer sus méritos, pero también que nos permita sembrar la semilla para mejores deportistas en el futuro, no quedarnos dormidos en la historia y viejas glorias, y fomentar el espíritu vencedor con nuestro ejemplo y dedicación. ¡Hasta la próxima!