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El desprecio desde arriba

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

Nuestros políticos se han acostumbrado tanto a no responder de sus actos, a no rendir cuentas, que cuando la sociedad les exige resultados, reaccionan de maneras no muy sensatas. Han estado tan habituados a ver a los ciudadanos como Dios ve a los conejos, chiquitos y orejones, que suelen enojarse ante cualquier síntoma de rebelión o exigencia por parte de los mismos.

Ese tipo de reacciones, por supuesto, también nos dice mucho de lo que ocurre entre sus orejas. La psicología de los hombres públicos, qué es lo que pasa por sus cabezas, queda al descubierto cuando se enfrentan a retos que se suponía no deberían presentarse: dar explicaciones, pedir disculpas, hacerse responsables por lo que salió mal.

Y ahora que una sociedad harta por la inseguridad, la impunidad y el poco oficio de las autoridades ha alzado la voz y las velas, algunos políticos están perdiendo la calma, haciendo el ridículo y mostrando de manera patente de qué están hechos, y lo poco que les importan aquellos que los eligieron y a quienes se supone deben servir.

Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del DF y potencial candidato presidencial en el remoto 2012 tiene la piel muy delicada. Eso ya lo sabemos. Como quiere llegar a ese lejano año con una imagen prístina, pretende cruzar el pantano sin que nada le manche el plumaje. Y por ello desdeña las críticas, degrada a quienes lo cuestionan y en casos graves, como el del New’s Divine, inventa chivos expiatorios con una presteza y facilidad dignas de mejores causas.

Pero como que ahora sí se pasó de rosca. En su afán de zafarse de la embarrada que la marcha del sábado pasado le puso a toda la clase política, cometió una imprudencia imperdonable en un político de su experiencia y kilometraje recorrido.

Resulta que, en plena marcha, una familia pagó el rescate por su hijo de 12 años secuestrado. Los delincuentes aprovecharon la gran movilización ciudadana para escudarse y recoger el dinero sin mayores complicaciones. Así de cínicos se han vuelto los criminales.

La madre del niño secuestrado (que por fortuna fue devuelto sin daños físicos, aunque no se puede decir lo mismo de los psicológicos) denunció el caso públicamente. Y claro, como el caso ocurrió en el DF, le corresponde a la Procuraduría capitalina, que no se ha visto muy eficiente que digamos. Para fruncir lo arrugado, Ebrard tomó la denuncia como una acusación personal… y puso en duda la versión de la familia. Para acabar pronto, llamó mentirosas a las víctimas de su ineficiencia. Añadiendo la burla al agravio, quien debe defender a los ciudadanos se mofa de ellos y los acusa de inventar horrores nada más para hacer ver mal al bien peinado jefe de Gobierno.

Por sus obras los conoceréis. ¿Quiere usted de presidente a alguien tan patentemente insensible, tan notoriamente narcisista? Tiene varios años para pensarlo…

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