Pudiera preguntarse usted, ¿si un equipo de fútbol puede generar que mi autoestima sea más firme o se acrecente? O si ¿Mi estado de ánimo depende de que mi equipo favorito pase o no a la final? La primera pregunta a simple vista parece que no, sin embargo la segunda parece ser contestada de manera afirmativa. Pero intentemos explicar un poco desde la psicología como se dan estos fenómenos.
La autoestima se entiende más o menos como la capacidad de regular mi valor independientemente de los eventos externos o internos que se me pongan en el camino. Esto es por ejemplo que yo debo de considerarme una persona valiosa no por el hecho de tener una posición económica cómoda, sino porque en sí yo soy valioso como persona. Sin embargo en la actualidad tenemos una crisis de necesitar tener más para valer más, necesitamos ganar más dinero, tener más prestigio, más títulos, un auto del año, o la figura física tal como los y las modelos.
Esto último provocado por muchos factores entre ellos la sociedad consumista en la que vivimos o en el impacto de los medios electrónicos de comunicación sólo por mencionar algunos. Usted se preguntará entonces y ¿el Santos, qué tiene qué ver conmigo?
Precisamente cuando no se tiene una autoestima sólida o bien definida pude ser que un objeto externo venga a cubrir ese vacío que me deja una autoestima pobre, y así, si el equipo gana me sentiré feliz y si el equipo pierde me sentiré enojado o triste.
Un fenómeno muy conocido en la Comarca Lagunera es el número alto de violencia intrafamiliar, específicamente de mujeres golpeadas por los maridos después de que el “equipo de todos”, pierde un partido máxime si es en instancias finales. O en el caso contrario el nivel de productividad que sufren las empresas debido a la felicidad que provoca un resultado positivo.
Estoy convencido que un porcentaje de la población ve el fútbol como un pasatiempo y una actividad recreativa, en la que se puede ganar o perder y no afecta de ninguna manera su percepción de valía. Sin embargo este porcentaje de la población no es tan alto, desagraciadamente es más alto el porcentaje de la población que ve en el equipo un motivo para sentirse mejor o valorarse más.
No con lo anterior decimos que el apasionarse con los juegos del Santos sea malo o patológico, sin embargo se le debería de dar el justo valor que representa una competencia, sin embargo vivimos en una sociedad donde cada vez es más difícil encontrar un trabajo bien remunerado, donde cada vez existe más inseguridad, donde las familias tienen que tomar otra dinámica como lo es los dos padres trabajando y los hijos teniendo como modelo un televisor. Con todos estos detalles es fácil sentirse identificado con un equipo de futbol, máxime si éste es un equipo ganador como los verdiblancos.
De hecho la identidad es un proceso normal por el cual pasamos todos los seres humanos, primero elegimos a quién admirar, después lo imitamos y finalmente nos convertimos en alguien parecido a quien decidimos admirar. Lo que no parece que sea normal es el fanatismo que existe en algunas personas que consideran un duelo, por ejemplo Santos contra Monterrey como algo de vida o muerte y que el equipo que gane determinara cuál región del país es mejor que la otra.
Me considero un fiel seguidor del equipo de la Comarca y comparto la alegría de muchos de los laguneros, sin embargo invito a que los aficionados tomen esto como lo que es, un pasatiempo y una competencia, que implique sacar lo mejor de nosotros para ganar, pero no represente un odio al rival o un determinante de lo que soy, o lo valioso que puedo ser.
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