Es común encontrar hoy en día a muchas personas que se preocupan por la situación económica actual y la que está por venir.
Se leen y escuchan noticias por aquí y por allá que la economía va a la baja, empiezan a cerrar negocios, hay despidos masivos de empleados y se augura un futuro incierto y caótico.
Recordando finales del año 1994 y principios del 95, el tan llevado y traído error de diciembre, la tasa de suicidios en nuestro país se incremento en más del 30 por ciento, la gran mayoría de hombres, padres de familia que les resultó imposible mantener económicamente a sus dependientes y decidieron poner fin a sus días.
Aunando a la situación económica nos encontramos con un panorama de inseguridad en casi toda la República Mexicana, es común que la población, al menos el grueso, caigamos en un estado de psicosis colectiva, dicho de otra forma nos angustiemos, elevemos nuestro nivel de estrés y tengamos un humor cada vez más irascible, que provoca que tengamos más problemas de pareja que los comunes, más dificultades en nuestro trabajo y desde luego más problemas con nosotros mismos.
Sin embargo cabría preguntarnos hasta qué punto estamos reaccionando de manera acorde a la realidad y qué tanto estamos exagerando.
Desde luego la situación económica está en un punto crítico, negarlo sería más propio de un político en gabinete, que de una persona en total uso de sus facultades mentales. Lo vemos en la calle, en los negocios, en la plática entre amigos, de que la gasolina ya no dura lo que anteriormente duraba, que el súper ya no se hace con lo mismo, que el cine es más caro, etc. No obstante sería erróneo pensar que esto va a devenir en que mi familia se desintegre, mis hijos salgan corriendo de la ciudad o me vayan a despedir el día de mañana.
Si bien es cierto que se está en crisis, se debería implementar una palabra que desgraciadamente utilizamos muy poco en México que es planeación. ¿Cómo se da esta planeación? Pues realmente yo podría priorizar y decir que es lo más importante en este momento para mí: Viajar en mis vacaciones, renunciar a mi empleo, pagar mis deudas, ahorrar o ir a la venta nocturna a aprovechar los mágicos e insuperables descuentos que me proponen. Me tocará a mí con mi familia, si la tengo o en caso de ser yo solo decidir qué va primero y qué no es urgente. Desdichadamente lo que más frecuentemente hacemos es o irnos de viaje, ir a la venta maravillosa, endeudarnos gastando el dinero que desde mi percepción es mío y en realidad es de la tarjeta de crédito y voy a pagar las consecuencias de mis actos en enero, que curiosamente es el mes donde mayor inflación existe y yo voy a tener una cantidad de deudas encapaces de pagar que me llevará a la angustia, estrés y depresión según sea el caso.
Obviamente el panorama no es color de rosa, eso queda claro, pero la crisis nos va a afectar en la medida que nosotros controlemos nuestros gastos y prioricemos. Una crisis exige responsabilidad y esta sólo se logra con madurez y sabiendo qué es lo que se quiere realmente no deseando lo que no se puede tener y teniendo expectativas reales.
Soy partidario de programar y no dejarse llevar sólo por aspectos publicitarios que sólo quieren hacer negocio con la población y claro darnos cuenta de que si está difícil, pero más difícil estará si no estoy preparado.
Contemplemos las posibilidades que se nos acercan y lo que se visualiza en el futuro próximo para que estemos preparados tanta económicamente como emocionalmente para lo que se avecina, ya que si estamos maduros emocionalmente tomaremos mejores decisiones.
