Es común encontrar en esta época del año a personas que están felices, brindan abrazos a diestra y siniestra, compran regalos, se muestran cordiales con los demás, sin embargo también existen otras con las que sucede todo lo contrario o simple y sencillamente se deprimen.
El concepto depresión como tal se ha desvirtuado en los últimos años, ya que se le denomina así a la persona que pasa por un estado transitorio de tristeza, como el que está profundamente deprimido o incluso el que pasó por un momento desagradable y se sintió mal.
Definitivamente estos conceptos no son lo mismo, por ejemplo el que vive un estado depresivo es aquél que vivió una pérdida de un ser querido y se siente triste porque la persona querida ya no está más con él, pero se sigue tendiendo un funcionamiento adecuado, es decir, va al trabajo, mantiene relaciones estables, tiene momentos de esparcimiento, etc. En cambio la persona que tiene una depresión es alguien quien ha vivido la mayor parte del tiempo con ella, su comportamiento es retraído, no le interesa la convivencia, no encuentra ni su trabajo ni sus relaciones placenteras. Equivocadamente se piensa que el deprimido está todo el tiempo con estas conductas, pero nada más alejado de la realidad, ya que existe irritabilidad, agresividad, crítica hacia él mismo y hacia las personas de su alrededor.
Generalmente estos dos últimos estados se confunden debido a que una persona deprimida generalmente reacciona ante una situación detonante, como la pérdida del empleo, la pérdida de la relación o incluso el cambio físico, pero la diferencia estriba que haciendo un examen minucioso de la personalidad, nos damos cuenta de que en el fondo siempre estuvo deprimido, a diferencia de un estado depresivo que generalmente, según dicen los que saben, debe durar alrededor de seis meses.
¿Pero por qué estas fechas deprimen? Principalmente deprimen o inducen un estado depresivo porque representan una época para reflexionar, descansar o vacacionar, en otras palabras es una época para estar con uno mismo, lo cual de entrada pareciera algo agradable, pero para la gran mayoría de la población nos produce miedo, ya que se puede engañar a los demás pero nunca nos vamos a poder engañar a nosotros mismos.
En esta evaluación entran pensamientos tales como: ¿Quiero estar verdaderamente con la persona con quien actualmente estoy? ¿Es satisfactorio mi trabajo? ¿He dedicado el empeño suficiente en alcanzar mis metas? O de plano ¿serán estas metas las que verdaderamente anhelo?
Estas preguntas rondan por la cabeza de muchos, quienes toman tres vías de solución a mi parecer. La primera es que enfrentan el problema, hacen un análisis realista de su situación y buscan la solución. Esta población la representa el 20 por ciento del total. La segunda respuesta la encontramos en las personas que precisamente se deprimen y sienten que no hay nada que hacer por ellos y que incluso el destino les tiene deparado un final así. Este grupo lo representa el 30 por ciento de la población, y que no se soluciona el problema diciéndoles “échenle ganas” o “el año que viene será el tuyo”, ya que lo que verdaderamente necesitan es un apoyo profesional, y no me refiero a la ayuda de una persona que lo “barra” o que la invite a un curso de superación personal de 12 horas con derecho a coffe break, sino con un especialista de la salud, llámese psicólogo, psiquiatra o trabajadora social.
El grueso de la población (50 por ciento) encontramos a los individuos quienes “evaden” o “evitan” la realidad y se la pasan de posada en posada, de fiesta en fiesta con el fin de no pensar en quien realmente son, y cuáles son sus expectativas, ya que éste es un tiempo de disfrutar y no van invertir estas merecidas vacaciones en conocerse más, sino en tomar alcohol, desvelarse, convivir y gastarse el dinero que no se tiene. Lo que estas personas no saben es que las vacaciones terminan y la resaca de las fiestas se unirá a la de la económica y sobre todo a la de la depresión o estado depresivo encubierto.
No con lo anterior quiero decir que todos estamos deprimidos, y nadie en este mundo sabe disfrutar de estos tiempos, sin embargo sí me resulta significativo que sólo el 20 por ciento de la población lo haga responsablemente.
Soy de la idea que conforme seamos más conscientes de nuestras necesidades y de nuestros verdaderos objetivos, ese 20 por ciento llegara a ser cada vez más alto, y disfrutaremos tanto de estas fechas, como en las fechas laborales, que es a final de cuentas lo importante, vivir cada momento de nuestra vida de manera consciente y congruente tratando de cumplir nuestras metas entendiendo que la vida es un proceso de cambio, constante al cual hay que adaptarse.
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