Con la cada vez más imperiosa necesidad de satisfacer las demandas económicas básicas de la familia, tanto padre como madre han tenido que buscar fuera de su hogar la remuneración económica necesaria para solventar los gastos.
Es en este contexto donde han aparecido unas figuras que en no pocas ocasiones parecen más los padres de los hijos que los mismos padres: los abuelos.
Envueltos en una cultura da mercadotecnia y ahora tristemente de la inseguridad, los festejos del día de la madre o el padre, entre otros, están determinados por los días que al comercio les conviene y no a la realidad de la importancia del personaje o situación a festejar. Sin embargo aprovechando esta artimaña mediática hablaremos el día de hoy de los padres de nuestros padres.
Los abuelos han tomado importancia en nuestra cultura debido a que se encargan en muchas ocasiones de cuidar a nuestros hijos, ya sea por la situación económica o por el modelo familiar persistente en nuestra cultura de familias muy cercanas con pocos límites, en otras palabras tenemos familias con mucha relación y convivencia entre sus miembros lo que tiene desde luego, como en todo, factores positivos como la cercanía y la participación de sus integrantes en diversas actividades, pero en el aspecto negativo, el ejemplo más claro sería el “metichismo” que se produce cuando uno de los miembros de la familia se entromete en la vida del otro, precisamente ocasionado por esa cercanía.
Pero hablemos de lado positivo, los hijos aprenden a través de esta relación cercana a conocer a los abuelos, tanto sus necesidades emocionales como sus carencias. Muchas de las veces fungen como modelo de identificación para los nietos quienes aprehenden de lo que ven la mayor parte del tiempo.
Hay incluso dichos como “los abuelos sirven para echar a perder a los hijos” desde luego esta frase no es del todo cierta ya que los abuelos la mayor parte del tiempo conscienten a los nietos dándoles regalos, enseñándoles cosas, rompiendo ciertas reglas que los papás tienen establecidas previamente, o mostrándoles su manera de pensar como ir a la iglesia, cuestionar las cosas o no dejarse influenciar por “malas compañías” etc. Lo que hay de cierto en el dicho es que al romper reglas, los padres se sienten traicionados por los abuelos porque desde su punto de vista, no ayudan a educar a los hijos.
Creo que lo que hay que tratar de entender es que estos abuelos han vivido en otra época, con otras circunstancias y desde luego con otras necesidades, lo que pueden enseñar lo hacen a su manera, con su toque particular y desde su muy particular punto de vista. Pueden decirnos que se debe educar con fortaleza a nuestros hijos, cuando ellos se deshacen de cariño por ellos, pueden decir que nos enseñemos a administrar nuestros bienes cuando ellos no tienen el menor empacho en gastar hasta el último centavo con sus nietos o más aún pueden comportarse con nuestros hijos como a nosotros nos hubiera gustado que fueran con nosotros.
Desde luego habrá personas que no tuvieron la fortuna de convivir o conocer a sus abuelos, o habrá incluso los que digan que fueron personas que dejaron una mala influencia en su vida, pero afortunadamente algo de lo que puede presumir la sociedad mexicana es el hecho de conocer y convivir con la generación de los abuelos.
En estos tiempos donde es tan difícil ponerse en el lugar del otro, en las que vemos en la pantalla de televisión muertes por aquí o por allá, o padres de familia clamando por justicia o por la devolución de uno de sus hijos, los invito a reflexionar sobre la tolerancia, base principal del desarrollo de una sociedad, a tolerar que nuestros padres tuvieron errores, pero siempre fueron involuntarios y disfrutar que nuestro hijos tengan la oportunidad de convivir con esos seres imperfectos pero muy queridos.
Aprovecho para felicitar a mis cuatro abuelos dos que contribuyeron a mi formación siendo mi modelo y los otros dos que no tuve mucho la fortuna de convivir pero que conociendo el fruto que de ellos nació, me puedo dar cuenta de su enorme calidad.
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jose.mirandah@uvmnet.edu