En un mundo globalizado, cada vez más competitivo y demandante, muchas veces resulta muy complicado contestar a la pregunta ¿A dónde voy? O ¿Cuál es el objetivo de mi vida? Generalmente estas preguntas son contestadas automáticamente por nosotros diciendo: ser feliz, tener riqueza, status, conseguir un puesto con mayor remuneración, etc. Pero tendríamos que preguntar nuevamente ¿para qué? O todavía un poco más complicado ¿Qué quiere decir ser feliz?
Desgraciadamente estamos acostumbrados a no reflexionar mucho en estos temas porque crean angustia o temor, ya que le podremos mentir a la pareja, a los amigos, a los familiares, pero nunca nos podremos mentir a nosotros mismos.
Me encuentro con personas que asisten a psicoterapia debido a que sienten un vacío en su vida y comentan que tienen todo en la vida, que no les hace falta nada, sin embargo no se sienten bien. Al cuestionarles que es todo, arguyen tener un excelente empleo, una buena familia, que han estado casados por mucho tiempo y que su familia es reconocida como modelo por otras familias amigas, sin embargo no experimentan bienestar.
En este caso que tomamos como ejemplo es claro que la persona no se siente realizada, a pesar de que en apariencia “lo tiene todo”, pero existe algo dentro de él que le dice que no está realizado.
Aquí se presentan dos factores que a mi juicio influyen en el sentimiento del individuo en cuestión, uno, es la dinámica que es la existencia de un ser humano, ya que pasamos por etapas diferentes en la vida, como lo son la niñez, adolescencia, adultez y vejez y en cada una de ellas encontramos metas diferentes y de igual forma críticas que exigen del individuo un crecimiento. Por poner un ejemplo de este último caso es el adulto mayor que requiere reflexionar sobre lo que ha sido de su vida, disfrutar sus logros y retirarse a la intimidad con el goce de haber vivido de manera congruente, más sin embargo en lugar de hacer esto se vuelve protagonista de la vida de sus hijos, involucrándose en las decisiones de ellos en cuanto a pareja e incluso con los nietos y amistades de éstos. En segundo lugar tenemos la poca capacidad de planear nuestra vida y hacer cambios cuando las demandas del medio así no lo exijan. Alguien me podrá decir es que en la vida no se planean las cosas, se vive de acuerdo a los designios de Dios y del destino, según sea el caso, sin embargo considero que si se puede planear, el problema estriba en que decir que se puede planificar me confiere a mí la responsabilidad de vivir la vida como yo quiero asumiendo las consecuencias de mis actos, y en la mayoría de los casos será mejor responsabilizar al destino o a Dios de mis desventuras financieras, sentimentales o incluso existenciales.
Por tal motivo me parece importante hacer una introspección para ver ¿Qué es lo que sucede al interior de nosotros mismos? ¿Qué nos hace sentir realizados? Con el fin de responsabilizarnos de nuestra existencia y no quejarnos por las desventuras que nos puedan ocurrir, que de hecho éstas nos traen un aprendizaje, el cual está clínicamente comprobado que de una experiencia negativa se puede aprender más que de una positiva.
En un mundo en donde la mercadotecnia está en auge y se nos puede ofrecer la venta de la felicidad como si fuera un producto, o del amor de tu vida como si fuera un sillón para ver la televisión, es importante recordar que nadie, incluso la persona que más quiera, puede decidir sobre el destino que le puedo dar a mi existencia, y esto lejos de ser una mala noticia, es la más reconfortante de todas debido a que sólo yo tengo el control de mis actos y por ende mi destino.
Los invito pues a hacernos cargo de nosotros mismos y no culpar a los demás de nuestros actos, tema muy común, por cierto, entre los mexicanos, pero sobre esto escribiremos en otra ocasión.