Pasado el día denominado “del amor y la amistad”, nos proponemos hacer una reflexión acerca de lo que representa esta fecha y sus repercusiones. En primer lugar habría que verlo desde la perspectiva comercial, mercadológica, de negocio, es decir de la derrama económica que representa.
Desde la gente que compra porque verdaderamente lo siente hasta la gente que lo que siente es culpa y logra comprar en algún crucero de la ciudad un par de flores, estamos hablando una misma cosa: del consumo.
Inmersos en una sociedad en que los medios masivos de comunicación nos dice qué regalar, cuándo regalar y a quién regalar, es muy difícil abstraerse de esta influencia, ya que para demostrar tu afecto por alguien es necesario regalar, en pocas palabras consumir.
Sin embargo, ¿Cómo se sentiría una persona que no regala? O más aún ¿Cómo se sentirá alguien a quien no le regalan? Obviamente habrá gente que al leer estas líneas dirá yo no tengo problema con eso, o de plano ni me acordé, pero sabe que, son la minoría. La mayoría se sentiría mal, culpable en el primer caso y en el segundo se sentiría desde solo, hasta no querido y deprimido. Éste es el segundo punto que me quisiera tratar: La valoración de la persona por lo que se determina socialmente.
Hay muchas personas, por no decir la mayoría de los jóvenes de Preparatoria y Universidad que esperan con ansia el Día de San Valentín, y piensan llevar una serenata, regalar miles de globos, etc., incluso compiten entre ellos por demostrar quién obsequió lo más original y en la forma más original, por eso vemos coches llenos de postit, habitaciones llenas de flores, botargas regalando bombones, etc. Pero ¿Qué pasa con los que no recibieron nada? O ¿Qué no tienen a quién darle un regalo? Estas personas por lo general se sienten ajenas, solas y fuera de lugar en estos festejos, y empiezan a cuestionarse porque no tienen pareja, o no tienen a alguien importante. Sus respuestas van ir en la mayoría de las veces en que no son agradables, no son atractivos(as) hasta no ser queridos(as), obviamente al estar pasando por una etapa de búsqueda de identidad, como lo es la etapa de la adolescencia en bachillerato y la adultez temprana en los universitarios, el que dicen de mí y cómo me ven, es de vital importancia. El cuadro final será jóvenes desalentados y tristes.
Es aquí donde habría que hacer un alto y ayudar a los jóvenes y no tan jóvenes a cuestionar, si verdaderamente lo que se dice en los medios y en la convivencia social es cierto: “Necesitas quién te quiera y a quién querer para valer”. Nada más alejado de la realidad, lo que sucede es que estamos inmersos en una sociedad que dictamina como es ser feliz: Tener un coche, una propiedad, una novia o novio, etc. Pero realmente el que determina qué es lo que quiere de la vida es uno mismo. Por ejemplo nadie me va a decir a mí si necesito pareja o no, si necesito estudiar una carrera u otra, o si necesito tener amigos nerds o populares. Eso sólo lo determinó yo. Si necesito una pareja porque quiero compartir, vivir momentos agradables y convivir con alguien, me tengo que preguntar, ¿qué estoy haciendo para que esto suceda? Si mi respuesta es nada, pues lo que voy a conseguir es nada. Pero si espero tener pareja para sentirme aceptado, entonces mis necesidades las estoy poniendo en función de los demás y no de mí mismo.
Los invito pues a reflexionar sobre nuestras verdaderas motivaciones y cuestionar si lo que dice el comercial del amor es cierto o sólo le interesa vender tal o cual cosa.
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