Cuántas veces no hemos escuchado “no sirvo para nada”, “soy un fracaso”, “esto sólo me pasa a mí”. Desafortunadamente estamos rodeados de estos pensamientos y en pocas ocasiones, por no decir que nunca, nos hacemos responsables de nuestros propios actos y sus consecuencias.
¿Pero por qué se da esto? Es difícil contestar que se deba a una sola causa, sin embargo el miedo a madurar y la ganancia de la victimización son dos puntos fundamentales.
Estamos inmersos en una cultura que privilegia la culpa sobre la crítica positiva, donde no hay responsables, existen culpables, la madre le dice al hijo “por tu culpa no dormí anoche”, el maestro le dice al “alumno estoy enojado por su culpa” o el esposo que arremete contra la esposa aduciendo que es culpa de que el Santos no ganó.
Otro ejemplo de esto lo encontramos en las relaciones de pareja, cuando uno de los cónyuges hace responsable a otro de su malestar de su dolor, incluso de sus actos. Me encontrado en la psicoterapia que algunos maridos dicen ser infieles debido a que su esposa no les presta atención o no lo satisface sexualmente, incluso lo hacen antes de hacerles ver su opinión a la esposa, pensando que quizás la esposa es adivina y va mágicamente a saber que el esposo no está contento.
Si hablamos de no asumir la responsabilidad culpando a los demás, ni qué decir del segundo paso que será la negociación en donde cada quien argumenta su postura y se llega a un acuerdo. ¡Pero de esto estamos bastante lejos!
El segundo punto es la ganancia de la victimización, éste es muy común, para no variar en la cultura mexicana. Podemos darnos cuenta de ésta en la persona que recibe atenciones, preocupaciones y el interés de los demás por su salud. Hay individuos que se la pasan la mayor parte del tiempo enfermos, que un día les duele la cabeza, otro el estómago, otras tantas la garganta, etc. Lo que no se da cuenta la gente de su alrededor es precisamente de esta ganancia que es tener a los seres queridos en torno a sus enfermedades, que sin estas últimas no se tendría nada. Lo que ignora la “víctima” es que a la larga su confianza en sí misma, su capacidad y su autoestima se verán mermadas debido a que no es capaz por sí misma de lograr sus objetivos, lo que es peor aún, no conocerá lo que realmente busca en la vida.
Ejemplos de esto abundan: la mujer que se relaciona con un hombre casado de quien espera que forme una familia y sean felices por siempre, y finalmente el hombre decide volver con su esposa y no continuar con la relación con su pareja. Ella tomará el papel de víctima y dirá “Yo que le di todo, y me dejó”, “Me prometió estar conmigo y me engañó”. Lo que esta mujer no asume es su responsabilidad de iniciar una relación con bajos pronósticos de éxito, debido a que su novio no ha terminado aun con otra relación.
Otro ejemplo es el joven que se casa y dice que lo hizo porque su esposa estaba embarazada y sólo se casó por compromiso, y ese matrimonio es la causa de sus desventuras, lo que lo lleva a conductas de infidelidad, alcoholismo, irresponsabilidad en el trabajo, etc. Cuando lo maduro sería asumir que se casó porque quiso y que tome alcohol, sea infiel e irresponsable solamente y únicamente son su responsabilidad.
Me podría pasar dos horas hablando de miles de ejemplos que abundan en nuestro país, pero creo que lo mejor sería no culpar a los demás de nuestro desafortunado destino, asumir que la búsqueda de objetivos lleva un autoanálisis que me permita descubrir qué es lo que realmente quiero y espero de la vida y no asumir lo que los demás dicen como mi única opción, ni desde luego responsabilizarlos de mis desventuras.
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