Algunos dirán que es mucho tiempo, otros que muy poco. En esas cosas no hay nada escrito. Y si echamos un vistazo alrededor del mundo, los plazos varían considerablemente.
Entre las elecciones presidenciales norteamericanas, y la toma de posesión del vencedor, transcurren menos de tres meses. En ese lapso, si el ocupante de la Casa Blanca es nuevo, tienen que ponerse de acuerdo los equipos del triunfador y del que va a ahuecar el ala… y en numerosas cuestiones. Desde darle continuidad al aparato burocrático, a pasarse tips sobre cómo funcionan realmente las cosas, hasta hacer un relevo constitucional de los códigos de lanzamiento de los misiles nucleares.
La cuestión es si menos de tres meses son suficientes. O es un tiempo demasiado largo, en el que se mantiene un suspenso malsano con respecto a quién estará en qué cargo.
Acá en México, el lapso entre la elección y la toma de posesión (si la oposición cavernaria permite tal ceremonia) es de poco menos de cinco meses. La verdad, parece demasiado, especialmente en un país en donde no se hace política, sino grilla. Lo increíble es que, al menos en el caso de Fox, hay presidentes que asumen la chamba sin la más remota idea de qué hacer con el cargo. Entonces, ¿de qué sirvieron esos cinco meses? Digo, hay alumnos de preparatoria que hacen proyectos muy efectivos en menos de un semestre.
Volviendo a los Estados Unidos, en este período de transición el presidente electo Barack Obama se enfrenta además a una circunstancia especial: la peor crisis financiera en más de tres generaciones. Y antes de tomar posesión tiene que empezar a dar señales de por dónde va a ir la pichada, mostrar que ya están las cosas bajo control, que está haciendo algo y sabe lo que está haciendo. En esta situación excepcional, no bastaba con cruzarse de brazos y dejar que el equipo de relevo se hiciera cargo.
Los primeros nombramientos de Obama han ratificado lo que se sabía: que es un mandatario inteligente, básicamente porque se rodea de hombres inteligentes. Los personajes que han empezado a trabajar con él provienen, muchos de ellos, de la Administración Clinton… que es, no deberíamos olvidarlo, en la que los Estados Unidos han prosperado más que en ningún otro momento en la historia. Recordemos que, al final de la segunda Administración del casquivano Bill, Estados Unidos tenía un superávit de cientos de miles de millones de dólares… que fueron dilapidados en un par de años por el irresponsable Bush.
El caso es que Obama empieza a mover sus piezas, y parece que éstas y la estrategia a seguir son las adecuadas. Más le vale. Y más no vale, porque la crisis no hace sino empezar. Y cualquier movimiento en falso en Estados Unidos, podría causar mucho, mucho daño. Y en todo el mundo. Hagan changuitos.