Esta semana dará inicio, por fin, el Torneo Apertura 2008 con su carga de emociones, nuevas contrataciones y, por supuesto, dudas razonables en cuanto al desempeño de los participantes.
El equipo 19, es decir, el arbitraje, es quizá uno de los aspectos dubitativos más relevantes de cara al nuevo torneo, habida cuenta de los malos resultados obtenidos en el pasado reciente.
Aarón Padilla tendrá que tomar al toro por los cuernos y ejercer una verdadera dirección del complicado gremio de los silbantes. La decencia del “gansito” no está a discusión pero es hora de dar resultados. Por ahí andan “candidatos” que se apuntan a sucederlo.
Los jueces mexicanos carecen de un verdadero líder que sea realmente un ejemplo dentro y fuera de la cancha. Armando Archundia vela sólo por sus intereses y es comodino y flojito a la hora de aplicar el reglamento, y Marco Antonio Rodríguez parece no querer asumir ese rol. Ojalá surja el macho que se aviente.
El aspecto más descuidado por la dirigencia arbitral es la instrucción; a los jueces nacionales les falta aula, trabajo teórico y pulir procedimientos. Muchas veces el partido crece y se sale de control por errores de rutina fáciles de prevenir.
Interesante será ver si Antonio Marrufo sigue “embrujando” a sus jefes vendiéndoles que todo va de maravilla y manipulando las calificaciones de los jueces.
Cada temporada surge la esperanza de ver nuevos rostros en la Primera División y esta no es la excepción. Bienvenidos sean los debutantes pero con una salvedad: ¿Qué pasa con aquellos silbantes que han recibido la oportunidad y no se le ha dado seguimiento? Porque si no hay una planificación, les darán tres o cuatro partidos y luego, al cuarto de los tiliches.
El tema de las designaciones también dará de qué hablar, al preguntarnos si continuará el famoso “ordenador”, sistema por demás injusto para la asignación de partidos.
Este perverso invento está avalado por los dueños pero parece una necedad que prevalezca y nada más beneficia a aquel que lo manipula. La mano que mece el silbato.
La condición física de nuestros árbitros, salvo escasas excepciones, ha sido lamentable y origen de fallas y desaciertos. Es frecuente ver a algunas estrellas del silbato lucir hermosas barrigas que denotan gusto por la buena mesa y aversión al gimnasio. Parece que con algunos cambios se busca privilegiar este importante renglón y que los jueces, que dirigen un futbol de atletas, se asemejen en lo posible.
Hay nazarenos que pertenecen a una especie de “inventario fijo” a los cuales no se les puede mover y gozan de frecuentes designaciones a pesar de que su errar es continuo. El ejemplo más palpable es Jorge Eduardo Gasso, juez infaltable semana a semana, con gafete de FIFA y a quien, en el peor de los casos, se le sanciona por sus yerros enviándolo a pitar en Primera A.
Quizá sería bueno repartir sus muchas designaciones entre tres jóvenes para proyectarlos.
En fin, mucha suerte para los árbitros y que empiece la función.
