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El fenómeno Obama

Actitudes

José Santiago Healy

Barack Obama, el senador por Illinois de 46 años de edad y quien hace 24 meses era un perfecto desconocido en la política nacional, está muy cerca de convertirse en el primer presidente de color de los Estados Unidos.

El sueño americano de la igualdad de razas y la libertad de opinión podría consolidarse en las elecciones de noviembre, pero antes el ahora candidato presidencial demócrata tendrá que enfrentar muy duras batallas.

Es un hecho que el racismo persiste en la Unión Americana y que los sectores conservadores harán hasta lo imposible por impedir que Obama llegue al poder, especialmente los republicanos radicales que todavía creen que el país es propiedad única de los anglosajones.

Obama venció este martes a la poderosa Hillary Clinton, en una victoria política que pocos pensaban se conseguiría. Todavía hoy los demócratas se preguntan qué pasó con la candidatura de Hillary, quien se perfilaba para arrasar en las internas y en la presidencial.

Una de las versiones más socorridas señala que el fenómeno Obama creció y se desarrolló gracias a una estrategia de los republicanos para impedir que los Clinton regresaran a la Casa Blanca.

Los ricachones le habrían inyectado recursos a Obama subrepticiamente habida cuenta que su campaña nunca sufrió apuros económicos en contraste a la de Hillary Clinton.

Pero no bastan los recursos para ganar una contienda electoral y menos en Estados Unidos en donde cualquier candidato tiene oportunidad de despilfarrar sus fortunas en aventuras políticas.

Obama, en una estrategia similar a la de John F. Kenendy, Jimmy Carter y Bill Clinton, tomó como bandera el cambio y viniendo de abajo escaló peldaño tras peldaño en base a una organización y estrategia bien delineada.

Desde luego Obama no podrá cumplir ni un tercio de lo prometido, pero ante el ambiente económico y político adverso que viven los norteamericanos, su mensaje ha sido y será recibido con enorme esperanza e interés.

Ayer en uno de sus discursos triunfales, Obama levantó aplausos y más aplausos, curiosamente ante un auditorio cuyos miembros era -la mayoría- de raza blanca.

En los cinco meses que restan para la elección presidencial se espera una guerra a muerte entre los republicanos y demócratas.

Se darán hasta con la cubeta en donde Barack Obama llevará las de perder porque evidentemente es el enemigo a vencer por parte del status quo norteamericano.

Pero si Obama se mantiene ecuánime sin perder la cabeza, aprovechará cada ataque para fortalecerse y afianzar su posición como el candidato de la nueva generación.

Clinton fue un ejemplo clarísimo de lo anterior. Pese a competir con el presidente en turno que controlaba el aparato del poder, arribó a la Presidencia sin más experiencia nacional que la obtenida a lo largo de su campaña.

Las expectativas de triunfo de Obama son enormes, pero no definitivas. John McCain y los republicanos han tenido varios meses para afinar su estrategia, recaudar recursos e investigar las fortalezas y debilidades de su rival.

McCain es un republicano moderado que podría ganar con el voto de los demócratas resentidos y de quienes piensan que el país es demasiado complejo para dejarlo en manos de un político con escasa experiencia en la Administración pública como Obama.

La guerra política está por iniciar y hay que estar listos para presenciar lo inimaginable. Es imposible dar un pronóstico de lo que ocurrirá el primer martes de noviembre, si acaso podemos adelantar que será una elección por demás reñida, sucia y llena de escándalos.

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