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El filósofo de Güémez

La prisa

Ramón Durón Ruiz

Ufaldo, el joven y adinerado hijo del dueño de una empresa, llamó a su representante en Güémez, diciéndole lacónicamente:

––Te estoy llamando para darte unas instrucciones, toma nota rápido, pues estoy en el extranjero en un teléfono satelital y dispongo sólo de tres minutos. Mientras hable no me interrumpas, cualquier comentario o duda que tengas, me la envías por correo electrónico a las oficinas centrales.

Dicho lo anterior, el joven empresario comenzó a transmitir sus instrucciones, sólo que lo hizo de manera tan rápida que al agotar los tres minutos, le preguntó a su representante en Güémez:

––¿Tienes algo qué decirme?

––¡Sí! –respondió éste–, ha hablado usted tan deprisa, que no le he podido entender una sola palabra.

Moraleja: una buena manera de cubrir menos distancia en más tiempo, consiste simplemente en no saber a dónde vas e ir demasiado aprisa.

En nuestra sociedad, después de la palabra mamá, lo que aprendemos es más y rápido, esas dos expresiones condicionan nuestra existencia. Nadie nos advierte que más, no es sinónimo de mejor, y que rápido, no siempre es la mejor solución, si no sabemos cuál es la dirección y el sentido.

En la vida, cuanto más tratamos de solucionar las cosas rápido, más fácilmente caemos en errores y bajo el imperio de la misma prisa, que en vez de entremezclar plácidamente descanso y reflexión, amor y vida, trabajo y placer... lo que en verdad hace es separarlos.

Rápido no significa otra cosa que prontitud, tratar de ganarle tiempo al tiempo, acelerar el ritmo de la vida sin hacer pautas, hacer las cosas con urgencia, es decir, gastar la salud sin reparo. La prisa es una carrera de los tontos contra el reloj... y siempre se pierde.

Aprisa es un buen invento de nuestra generación para hacer sentir importante al que la lleva, nos conduce a la idea de que perdemos el tiempo. ¿Pero qué es perder el tiempo? ¿Qué no es una buena opción de vez en cuando, pararse a la vera de nuestro camino a contemplar los milagros diarios que la vida tiene para nosotros? Cuando viajamos demasiado aprisa, nos olvidamos de disfrutar el paisaje.

Cuántas veces escuchamos con un ego pleno de satisfacción: “Tengo llenísima mi agenda”, que me suena como una muestra de esclavitud, la agenda, la prisa, el tiempo, son nuestros amos, cuando en verdad deberíamos ponerlos frente a nosotros y exclamar: ¡ustedes son míos!, no ¡yo soy de ustedes!

En Marruecos, en donde sus mujeres son un buen ejemplo de paciencia, tejen a mano las más bellas de las alfombras, nudo por nudo, alfombras que pueden llegar a tener hasta 160,000 nudos por metro cuadrado; ahí, dicen que lo que mata al hombre... es la prisa.

Hay a quienes el hábito de vivir deprisa, además de hacerlos sentir vivos y vibrar con su adrenalina, les da sentido a su vida, pero la prisa va de la mano del estrés, que es el enemigo silencioso que destruye el equilibrio inmunológico y que nos expone innecesariamente a distintas enfermedades.

Con la prisa, la mente se disocia del cuerpo, exigiéndole más de lo que puede dar, nos hace rebasar los límites del cuerpo, consumiendo inútilmente nuestros momentos y nuestra vida.

En el aeropuerto de Tampico está inscrito el verso inigualable de León Felipe:

“Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo,/ porque no es lo que importa llegar solo y ni pronto,/ sino llegar con todos y a tiempo”.

filosofo2006@prodigy.net.mx

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