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¿El fin de un dictador?

El comentario de hoy

Francisco Amparán

Cuando Fidel Castro decidió aventar los bártulos y dejarle el poder a su hermanito Raúl, en varios medios de comunicación se publicó una tabla que mostraba quiénes eran los gobernantes más aferrados al poder. Quiénes podían intentar hacerle sombra al lenguaraz barbón, y amenazar su récord de 49 años a cargo de la sufrida isla bella.

Entre esos dictadores perennes se destacaba el nombre de Robert Mugabe, quien ha sido presidente de la nación centroafricana de Zimbabwe desde que ésta alcanzara la independencia en 1980. O sea que el señor Mugabe ya lleva la friolera de 28 años como presidente.

Y ello no se debe precisamente a su popularidad. Mugabe se ha reelecto una y otra vez, frecuentemente empleando trucos, “chicanadas” y fraudes electorales que harían enrojecer de vergüenza a un mapache priista del estado de Hidalgo. Con esa mascarada de democracia, Mugabe se ha sostenido en la Presidencia de Zimbabwe todos estos años.

Por supuesto que la vena dictatorial de Mugabe no ha pasado desapercibida. De hecho, su Gobierno se ha enfrentado, desde hace ya un buen rato, a diversas sanciones por parte de los países occidentales que ven con malos ojos la forma en que se tuerce la voluntad del pueblo de ese país. Por supuesto, Mugabe culpa a esas sanciones del lastimoso estado de la economía de Zimbabwe.

Que es un ejemplo terrible de mala administración y cómo echar a perder los sistemas productivos de un país. Como forma de ganarse a las masas campesinas, desde hace años Mugabe les arrebató sus tierras a los granjeros blancos para entregárselas, según él, al pueblo negro. Como suele ocurrir, esos terrenos quedaron en manos de sus compadres, amigotes y capitostes del régimen, que no saben cultivar ni un frijol. Y ahora Zimbabwe sobrevive gracias a la ayuda humanitaria externa; que si no, estaría enfrentando una hambruna catastrófica.

La alimentación no es el único problema: el dinero no vale nada, dado que Zimbabwe tiene la peor inflación del mundo, que ronda el 100,000%. Un 80% de la población está desempleada. Los servicios educativos y de salud están colapsados. Y la población se halla cada vez más descontenta.

Por eso la Oposición calculó que era el momento de echar a Mugabe. Y al parecer, lo va a conseguir. En las elecciones presidenciales del pasado domingo, las pocas encuestas y conteos realizados, muestran que el candidato opositor Morgan Tsvangirai lleva la delantera. Sin embargo, como si fueran comicios perredistas, las cifras oficiales no aparecen por ningún lado.

En todo caso, Mugabe, de 84 años, parece hallarse en una encrucijada: si acepta su derrota, será una humillación histórica. Si no la acepta, se arriesga a incendiar un país en donde el horno no está para bollos. Veremos qué pasa.

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