EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

El futuro

A la ciudadanía

Magdalena Briones Navarro

De acuerdo con los conocimientos que tiene, el hombre lee su entorno, explica su existencia y rectifica o acicala el pasado, el ahora y el futuro.

Hace siglos se llegó a la conclusión de que la edad del mundo era de 5,800 años, el Sol y las estrellas giraban en torno a la Tierra y todo era inmutable. Hoy se sabe científicamente que el hombre moderno existe desde hace 100,000 años; que se separó evolutivamente de los chimpancés –sus parientes más próximos- hace 7 millones de años, que la vida en el planeta comenzó hace 4 mil millones de años, que el Sol alcanza 5 mil millones de años y que todo cambia al paso del tiempo: galaxias, sistemas, planetas y formas de vida; ésta casi se ha extinguido en diferentes ocasiones, privilegiando con sus devastadores cambios diferentes especies, las que a su vez parecen evolucionar continuamente.

A pesar de todos los adelantos científicos actuales, algunos verdaderamente asombrosos en biología, sobre todo en microbiología (genoma humano), de cambios radicales en la concepción de espacio, tiempo, materia y energía, a mi manera de ver, apenas se están atisbando los misterios del cosmos, por lo menos aquellos que hoy se presentan ocultando quién sabe cuántos más; entre otros la materia obscura, energía obscura, agujeros negros, etc. Con todo lo que se sabe y se sabrá, el problema mayor es el de conocer calidad y cantidad de las interrelaciones dentro del sistema total. Ejemplo: el cerebro (sistema individual especial) ¿viene determinado para ciertos conocimientos, sensibilidad y respuestas?, ¿por qué es capaz de ver figuras e ideas en movimiento, recordar, inventar, teorizar, imaginar de acuerdo a lo percibido, influir sobre otros, amar, engañar a otros o a sí mismo?

Lo anterior no significa que jamás se conocerá algo más, mediante un profundo y continuado empeño, pero ¿no tendrá cambios el cerebro, resultado de presiones externas naturales y humanas? Ya se sabe que los procesos evolutivos toman tiempos larguísimos, siempre y cuando el entorno permanezca más o menos estable; pero hoy que aceleradamente empobrecemos o arrasamos con nuestros bienes naturales y que el hombre es capaz de llevar a cabo manipulaciones genéticas, ¿qué podemos esperar si tenemos certezas parciales y cambiantes, macro y microscópicamente y además interactuantes?

Por medio de ingenios el hombre ha querido auxiliarse y lo ha conseguido en muchos casos, en el conocimiento de aquello que sus propios sentidos no abarcan. Pero no lo abarca todo, tampoco lo abarca un solo hombre.

El conocimiento, la cultura, son acumulativos. Nada hubiera producido una inteligencia más privilegiada que la de Einstein, hace miles de años, ni de cientos siquiera. Sin embargo, diferente hoy se reproduce el fenómeno: el conocimiento es de élite, como el capital que todo lo compra, mientras que una enorme población mundial es ignorante hasta de un acercamiento crítico de lo que ocurre en su entorno físico y humano, a pesar de aportar toda la infraestructura de trabajo necesario para alimentar tales avances. Luego, sería muy conveniente que los programas educativos se esforzaran por contextualizar (con verdad) al estudiantado y al hombre común en la realidad que ahora se conoce, para que pudiera opinar y pugnar por lo que se quiere, importa, prioriza, y qué lo impide.

Por principio, no olvidar que las riquezas naturales son las que han hecho posible la existencia. Hace falta urgentemente acrecer, tanto como posible, el interés general en ciencias básicas, en matemáticas y todas aquellas que estudian la naturaleza y el hombre. Hace falta el trabajo multidisciplinario, así podríamos atestiguar cómo nuestros políticos y demás dirigentes dejan sus feudos, su profesión y su acción como verdad última. Sobre todo cuando el saber por sí no garantiza el bien obrar; tampoco lo es el monopolio del dinero o de los bienes que la especie necesita para constituirse en ser “humano” o “democrático”, como guste llamarlo. De otra forma no se puede siquiera imaginar un futuro halagüeño.

Hace falta conocer la historia natural y la cultural, sin ellas es imposible analizar, criticar, debatir. Tenemos estudiantes que copian lo que las computadoras dicen, sin posibilidad de traducir lo que copiaron, menos de producir o crear algo sostenible.

Entre tanta petulancia, prepotencia e ineficacia, gracias a la ignorancia general, vemos cómo nuestro momento ha creado desilusión, incredulidad, zozobra e inseguridad colectivas. El futuro ha preocupado siempre al hombre, no por que ignore que va a morir, sino porque no sabe qué vendrá mientras vive y si podrá manejarlo. Ignora si sus descendientes la pasarán mejor, con más pesadumbre si su lectura del presente le hace pensar en un futuro peor. Si se lograse un conocimiento generalizado y un control social de él, creo que podrían evitarse muchísimos males, sobre todo la visión sería menos torpe y triste ya que se multiplicarían las ideas, los ingenios y la coherencia con lo que se puede y se debe hacer, y no perderse en imposibles de ciencia-ficción. Los mitos se estudian como inventos consoladores del pasado, ¿no estaremos mitificando, para nuestro consuelo, el futuro?

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 374771

elsiglo.mx