La nota periodística indica que al iniciar el año, un político veracruzano tuvo un golpe de suerte al comprar una serie del billete de la Lotería Nacional que a la postre resultaría premiado en el sorteo celebrado el último día del año que acaba de terminar o sea el lunes 31 de diciembre. No es poca cosa lo que obtuvo en efectivo pues el premio mayor ascendía a 75 millones repartidos en tres series, le tocaba la bonita suma de 25 millones. La circunstancia es que de los veinte cachitos de que se compone una serie regaló 10 por lo que sólo se quedó con la mitad. La munificencia del político quedó de manifiesto cuando prometió que de llegar a ganar el premio mayor lo donaría a una casa de asistencia. Es laudable el desprendimiento. Nada más lejos de mi intención de quitarle el mérito de suertudo a quien se desempeña como gobernador en su estado natal. Repartió cachitos entre los que le acompañaban en el legendario café de la Parroquia, o sea regaló lo que en ese momento costaba cien pesos que después se convertirían, cada cachito, en un millón y cuarto. La fortuna les sonrió a los beneficiarios, podría decirse, en el caso, sin haber desembolsado un solo centavo de su peculio personal.
Si la nota periodística es verídica, al día siguiente anunció que “parte” del dinero, no el total como había dicho, si es que lo dijo, cuando aún no se celebraba el sorteo, lo destinaría a la construcción de un centro que atenderá a menores con discapacidades. Ésta es la primera discordancia, entre antes y después. Otra discrepancia consistió en que la primera información dice que de los pedacitos que obsequió en un primer momento uno fue para la mujer que le vendió los billetes, un día después, dijo, se puso de acuerdo con los beneficiarios en hacer “todos” una cooperación para la vendedora del billete. Es posible que se trate de una confusión, no todos los días se saca uno el premio mayor o puede ser que el reportero, contagiado de la comprensible sobreexcitación de los demás, escribiera lo que no se dijo. Lo único cierto es que se cumple el conocido aforismo de que dinero llama dinero o lo que es lo mismo, vase el oro al tesoro o quien mucho tiene, más le viene. La fortuna ya le había sonreído cuando su partido político lo nominó como candidato y obtuvo a continuación el cargo de gobernador, que actualmente ejerce.
Lo que sí es que no hay duda de que la diosa fortuna lo favoreció. No recurrió a ese ruego de “virgencita: que me saque la lotería, sin comprar billete”, lo cual, hacemos uncidos de fervor, postrados de hinojos, a punto de soltar el llanto, prometiendo el oro y el moro, si nos concede el milagrito. Y esto lo digo por que antaño, se comentaba en los corrillos, que fulanito, político de polendas, había sido favorecido con tal o cual premio de la lotería, demostrando que su fortuna era legítima y no resultado de sus ilícitas actividades en un puesto público, donde se hubiera dedicado a la rapiña de fondos puestos bajo su cuidado. La verdad es que se corría la voz populi de que compraban el billete ya premiado a su poseedor original a quien, sin la rebaja del impuesto, se le pagaba en dinero contante y sonante. Lo que, al hacerse del dominio público, dio lugar a que otros servidores públicos siguieran el ejemplo, cuando menos eso se decía. Hubo el caso de un aspirante a presidente de la República, con muchos amigos en las altas esferas del poder, del que se dijo se le había proveído, para su campaña, de un billete que iba a resultar el ganador del premio mayor, en un siguiente sorteo. Eso trae a colación, el que uno se pregunte ¿pueden trucarse los dones de la diosa fortuna?
Eso se dijo en aquellos azarosos días. La buenaventura nada tenía que ver con la riqueza que detentaba quien recurría a esos fraudulentos métodos. Mucho se dijo en el pasado de que la Lotería Nacional era el fondo para que una pareja lo destinara a su haber personal o lo invirtiera en campañas políticas que los dejaran a salvo de cualquier intento por investigar el origen de su fabulosa fortuna. Lo que me conduce a hacer un alto, para declarar enfáticamente que se trata de chismes de maloras que no tienen en qué entretenerse. La Lotería Nacional para la Asistencia Pública es una respetable institución que hace felices a los hogares mexicanos, que está super auditada, que los sorteos se hacen a la vista de cualquiera que quiera estar presente cuando los niños gritones anuncian cada número con el premio que le corresponde, al desprenderse las esferitas del resto de sus compañeras, una a una, ante los ojos de los asistentes. Cualquiera que diga hay tongo de las personas que intervienen en un sorteo, sufre de delírium trémens o le aquejan fiebres terciarias. Esta vez, un político le ha pegado al gordo.