Del asombro pasamos a la incredulidad, por que era demasiado creer que en la superficie del planeta Marte pudiera habitar un extraño ser cuyos contornos gris oscuros fueron captados por uno de los robots que se mueven por el suelo marciano. El estupor nos tomó desprevenidos para no darnos cuenta que se trataba de algo que no era un ser humano deambulando por ese yermo pedregoso donde no se nota flora alguna. La imaginación de los terráqueos provocó más de un suspiro y no faltó quien expresara que ya era hora de que aparecieran los marcianos aunque no fuera bailando el rica cha, un cha cha chá muy popular en la década de los cincuenta. Desde los tiempos en que el astrónomo Percival Lowell, (1855-1916), describió las líneas, observables con un telescopio de aficionado, como grandes canales construidos por seres inteligentes, para llevar agua de los polos a las tierras áridas del resto, nació la leyenda del planeta rojo como un albergue de beligerantes marcianos, al que se clasificó por su color, semejante al de lomas coloradas, en la carretera que lleva a Durango, adelantito de la tranquila ciudad de Lerdo, como el dios romano de la guerra, escoltado por sus satélites naturales a los que la fantasía llamó Deimos y Phobos, horror y miedo, perpetuos acompañantes de aquél.
El planeta más pequeño que el nuestro y más distante del Sol; es en el Sistema Solar el más próximo a la Tierra -unos 55 millones de kilómetros-. Tiene una especial atracción para los terráqueos quienes desde tiempos antiguos adivinaban que era del que vendrían hombrecitos verdes a invadirnos. El clima, por lo frío, y la escasa atmósfera, lo hace hostil para nosotros tanto de día como de noche. Los escritores de todos los tiempos han sido seducidos por el planeta rojo. Se cree que en alguna época lejana, los canales, tenían corrientes de agua abundantes que dejaron de fluir, quedando esteros como los del río Nazas que se forman al cerrar las compuertas de la presa El Palmito, desecándose poco a poco, por influencia del viento y el calor. Algunos peces, que quedan atrapados en el estiaje, brincan arqueando su cuerpo y boqueando ya sobre la seca tierra. Así parece que hicieron los antiguos marcianos, que con más potencial cerebral decidieron seguir el agua que se resumía en las áreas marcianas, yendo su civilización a resguardarse en el subsuelo donde persisten, si la tesis es correcta, como una comunidad que a través de los siglos ha sabido acoplarse al medio ambiente de las profundidades marcianas, desarrollando una alta tecnología, amenazando con invadir nuestro planeta, cansados de habitar en las profundidades, buscando una atmósfera que ya no tienen. Esto último, según lo describen quienes le dan una segunda vuelta a la tuerca de su febril creatividad. Lo que no dicen es que al igual que en la novela de H. G. Wells, La Guerra de los Mundos, pretendiendo colonizar la Tierra, considerando a los humanos como animales depravados, perversos, corruptos y perdularios a los que no vale la pena preservar.
Sea lo que sea, la foto enviada a los países del mundo por la NASA, produjo escalofríos con emociones encontradas, al haber la posibilidad de no estar solos en el Universo. Hay quienes, al escuchar que era parecido a un homínido, o sea, a un primate superior cuya especie sobreviviente es la raza humana, lo compararon con la estatua de la sirena que preside el puerto de Copenhague, ninfa marina, busto de mujer y cuerpo de pez, que extraviaba a los antiguos navegantes atrayéndolos con su canto. Las ninfas son fabulosas deidades, que según la mitología clásica residían en los mares, los ríos y en las fuentes, bautizadas también como dríadas, nereidas, náyades, sílfides, ondinas o hespérides. La legendaria estatua, ubicada en la capital de Dinamarca, yace sobre una roca, esculpida en bronce, sentada sobre su pedúnculo caudal, mirando hacia el horizonte marino. En fin, también se dijo, que había cierta semejanza con la conocida escultura del francés Auguste Rodín, (1840-1917) El Pensador, que sentado apoya su puño en su barbilla y su codo en el muslo derecho. No confundirlo con El Pensador que preside la fuente, localizada a un costado de la Alameda Zaragoza.
No es la primera ocasión en que se atribuye a una supuesta raza inteligente, obras que el tiempo y elementos naturales, viento y polvo, han creado. Lo que al final ha destruido el mito de alienígenos, desvaneciéndose la ilusión, de que pudiera tratarse de una obra que comprobaría la existencia de vida en Marte. La humanidad espera que algún día se tenga contacto con especies extraterrestres. En tanto, que la imagen que recogió el Spirit, ha sido declarada por la propia NASA, ante la decepción de una generación terráquea, que la figura de apariencia humana no es otra cosa que una roca que el viento marciano ha erosionado. ¡Oh! desilusión, ¡oh! manes del destino, cuánto regodeo se ha ido de pronto; exclamación que se atribuye a Julio César cuando vio salir a Cleopatra del brazo de Marco Antonio. La pregunta que los incrédulos hacemos ¿estaremos condenados a la soledad per sécula seculórum? Si aquí en la Tierra tenemos al Big Foot, que habita en los bosques, al Yeti o Sasquatch el abominable hombre de las nieves, al mismísimo Chupacabras, ¿por qué razón no podría existir el homínido de marras? Han hecho pedazos las fantasías que nos forjamos al enterarnos de que una figura caminaba sobre un campo poblado de guijarros marcianos. Nos han dejado literalmente con la boca abierta de asombro, para luego echarnos una tina de agua fría en la cabeza.