La plazuela de La Brecha, en el municipio de Guasave, pronto se vio llena de apasionados, todos con las ganas de ver las peleas de María. (Agencia Reforma)
El triunfo de María del Rosario Espinoza no sólo hizo vibrar de júbilo los corazones de su abuela, tíos, primos y vecinos, sino a todo el poblado de La Brecha, en donde se mantuvieron despiertos hasta verla con el oro en sus manos.
Los hogares de sus tías y primas en esta comuna se convirtieron en los puntos de reunión más asiduos de vecinos y personas de otros municipios que buscaron conocer a la familia de la campeona olímpica.
Por espacio de 12 horas, doña Ubaldina Espinoza Hernández, de setenta y seis años de edad, rodeada de siete de sus ocho hijos y la mayor parte de sus 21 nietos, se mantuvo en la plazuela del poblado de La Brecha, donde se instaló una pantalla gigante, atenta a los combates que sorteó la también monarca mundial para conquistar la máxima presea en los Juegos Olímpicos de Beijing.
Con rostros pintados con los colores del lábaro patrio y portando toda clase de instrumentos, casi todo el pueblo se concentró en un pequeño punto de este lugar. En esta tierra de pescadores, que vio nacer hace veinte años a María del Rosario, segunda hija de tres del matrimonio de Felícitas Espinoza Leal y Marcelino Espinoza, sus pobladores no durmieron, mantuvieron toda la noche un ambiente de fiesta, alentados por los triunfos de Chayito.
Desde la tarde del viernes, en el quiosco de la plazuela se colocó la banda de música la Nueva Esperanza para amenizar el ambiente de fiesta que se vivió hasta las 6:21 de la mañana, tiempo local, cuando la joven Espinoza Espinoza venció a la noruega Nina Solheim, para conquistar la presea dorada.
Una vez que recibió la medalla de oro y alzó la bandera mexicana, los asistentes, en caravana, recorrieron las calles del poblado para festejar el triunfo.
Espinoza heredó de su abuela el carácter y los pies enormes
Para Ubaldina Espinoza, su nieta María del Rosario no sólo le heredó su carácter sereno, sino sus enormes pies que la obligan a calzar zapatos del 10.
“Para una mujer es difícil conseguir calzado de ese número, pero, en el caso de mi nieta, es una bendición, pues (sus pies) se convierten en armas letales” en su disciplina deportiva.
Doña Ubaldina considera que Chayito, como le llama en forma cariñosa, siguió los pasos de su padre, Marcelino Espinoza, quien en su época de juventud, como estudiante de bachillerato, en la ciudad de Culiacán asistía a un gimnasio para forjarse como un posible boxeador.
Su sueño de verse convertido en un pugilista de talla internacional se vio truncado al toparse en su camino con una guapa mujer que lo noqueó con su encanto, comenta en forma jocosa, al lado de dos de sus ocho hijos, los cuales le festejan sus palabras. “Yo creo que mi hijo quiso verse reflejado en su hija, María del Rosario, porque no sólo la apoyó desde muy pequeña, sino que le ayudó en sus primeros entrenamientos”.
La historia de sus primeros pasos en el taekwondo datan de hace poco más de una década, cuando a su pueblo natal llegó como instructor Rolando García Leal, el cual tuvo como alumnos siete niños, todos emparentados entre sí.
Pero, con el tiempo, sólo dos continuaron en su formación, Anna y María del Rosario, primas hermanas, las cuales por espacio de siete años conquistaron medallas y triunfos nacionales, hasta que el estudio del bachillerato, en un lugar distinto, obligó a la primera a colgar su cinta negra, mientras la otra se consagraría años más tarde como campeona olímpica.