El que mal anda, mal acaba. Es éste un politemático aforismo en el que queda implícita una enseñanza de prudencia, sabiduría, experiencia, educación y sentido común. Es, dicen los entendidos, un emblemático refrán que durante años han escuchado las generaciones de jóvenes como un llamado para que corrijan su conducta evitando que en el futuro les caiga encima, de menos, el remordimiento que en sí mismo puede ser un castigo. Es duro reconocerlo, pero los hechos no nos permiten verlo de otro modo. El mareo que produce el poder puede llevar a extremos intolerables. Está llegando la hora de levantar la cosecha, habiendo sembrado sólo vientos. ¿Qué esperaba?, se dedicó ocho años a devastar pueblos con el poderío militar que en mala hora le pusieron en las manos. Hemos de suponer que de niño, vestido con camuflaje, se dedicaba a cazar gatos en el vecindario, colgando del rabo de perros caseros ensartas de pequeños cohetes chinos. No puedo pensar que jugara a las canicas o que le gustaran las películas del Gordo y el Flaco o que pasara varias horas tirando del manguillo de un inocente balero.
Una juventud desordenada, estudios que no lograron penetrar la bóveda craneana, profesores chasqueados, el chistoso de su grupo, entretenido en empinar el codo, una juventud de disipación, arrestado por conducir bajo los efectos del alcohol, obvio, bebía en exceso. Tuvo, dice, una conversión religiosa y dejó de beber, a Dios Gracias. El Tribunal supremo decidió, en la elección del año 2000, perdió Al Gore, ganó W. Bush. Se había impugnado su triunfo alegándose irregularidades en el sistema de votación. En la del 2004 se adujo nuevamente que hubo irregularidades, añadiéndose el de fraude en las máquinas electrónicas de votación. Durante este segundo período se dio lo de las Torres Gemelas. Bush la tomó contra el régimen Talibán, en Afganistán bajo la excusa que capturaría a Osama bin Laden, lo que nunca ocurrió. Los bombardeos estuvieron a la orden del día, hubo una gran mortalidad, de seres cuya culpa era la de ser musulmanes.
Creo que Barack Obama se ha equivocado al insistir en que se entienda por qué el Partido Republicano no debe continuar cuatro años más en la Casa Blanca teniendo a John McCain como su presidente. Insistir en que George W. Bush es nocivo para la política estadounidense parece ocioso si se advierte el nivel de popularidad que en la actualidad presenta, llevándose entre las patas a su partido y a su candidato, con lo cual el Partido Demócrata se apunta como el más indicado para recibir el voto de las mayorías. Creo que estamos asistiendo a los funerales en política de Bush, con lo cual no estamos descubriendo el hilo negro. Su popularidad va en caída libre en medio de la turbulencia provocada por la crisis financiera que sufre su país. A menos que se produzca un milagro. Ahora que salga, cargando sus maletas para irse a su finca en Crawford, Texas, se llevará también sus recuerdos. Por las noches lo atormentarán las pesadillas. Imágenes como la de los bombarderos, dejando caer su mortífera carga entre la población, no logrará ahuyentarlas de su mente; sin embargo, no habrá contrición.
Bien, tan sólo agregaré que inventó una conjura iraquí para invadir a Irak, indicándose que aquellos poseían armas de destrucción masiva. Lo cual se demostraría tardíamente la vileza mendaz de la aseveración. Se detuvo y se llevó al patíbulo a Saddam Hussein. Trató Bush de conseguir una resolución favorable del Consejo de Seguridad de la ONU autorizando la fuerza militar, al no conseguirla se preparó para la guerra. Se cuestionó la legalidad de ésta. En la actualidad se está organizando un proceso para proponer el impeachment a Bush, esto es, un juicio político. Hay un millón de peticiones a favor de dicho proceso, que le obligaría, de ser declarado fundado, a abandonar la Presidencia e irse a su residencia con todo y chivas. Lo que se antoja muy improbable pues quedándole a Bush cuatro meses, para completar el período para el que fue elegido, no tendría ningún caso abrir un procedimiento cuyo curso tardaría tal tiempo que para entonces Bush estaría fuera. La medida, pues, tendría más valor simbólico que real. En fin, acaba su mandato, nadie va a extrañar a quien dijo alguna vez que el Altísimo estaba detrás y guiaba sus pasos.