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El maestro Didier

Gilberto Serna

No escribas como periodista, lo que no puedas sostener como hombre.

Francisco Zarco (1829-1869)

No he tratado a un hombre que con sólo verlo la primera vez produzca la viva impresión de conocerlo de toda la vida. No sé qué es lo que más impresiona, si su carácter afectuoso, que le rebosa por cada uno de los poros de su piel o su sabiduría que lo convierten en un ente superior que navega en este mundo, por encima del común de la mayoría de las personas. En ambas ha dado muestra de que su destino estaba unido a las letras, como si los antiguos dioses presintieran que esa iba a ser su vocación. De niño lo imagino, con los pies desnudos, sentado al pie de un breval mirando por las noches, en la inmensidad de la bóveda celeste, el titilar de las estrellas descubriendo, al igual que los primeros habitantes, que le hablaban en un idioma que no conocía, pero que, con el paso de los días, llegó a entender que le relataban la creación del universo. Veía con curiosidad y asombro el paso de las estrellas errantes de la constelación de Orión, en que pequeñas rocas, a su roce con la atmósfera, daban un espectáculo de yescas encendidas, que se abrían y cerraban en el fondo oscuro de los espacios siderales, revelándole el secreto de una vida eterna.

Es un ser, me consta, que sólo alberga en su corazón amor por sus semejantes. Él es un hombre increíble, que conoce el acíbar de una vida dedicada al servicio de los demás. Sin alejarse del mundanal ruido ha sabido rodearse de amigos que reconocen su liderazgo como hombre de bien. Se siente reconfortado con dar su capa al necesitado del que no requiere saber más que es un ser humano que sufre las vicisitudes de la vida. En su andar por esos caminos inhóspitos del quehacer humano, tiene el don especial de conocer sus propias debilidades por lo que no le sorprenden las de los demás. La compasión está escrita en su código de conducta, formando parte de su conciencia, como la piel cubre lo que es el cuerpo físico de los humanos. Es un artista de las letras, que nunca dudó de su destino convirtiéndose en el Ulises del periodismo que no quiso escuchar el canto de las sirenas, que supo rehusar los encantos de Circe la hechicera y que con su astucia logró derrotar al gigante Polifemo, encegueciendo su único ojo.

Ha luchado a brazo partido por lo que cree justo, como buen abogado que es. Durante el curso de su vida jamás torció lo que su instinto le decía que debería de ser lo correcto.

Respetar a los que piensan distinto sin dejar de sustentar sus propias creencias, es el éxito de toda una vida dedicada a buscar el bienestar de su comunidad. Se ha destacado en ese laborioso arte de decir las cosas con la sabiduría milenaria de vetustos libracos a cuya lectura ha dedicado su vida entera. Su erudición está cimentada en una experiencia que ha sabido recoger los frutos que le ha concedido el destino. La ciudad de Durango no sería la misma si espíritus libres no hubiesen forjado, respetando sus bellezas provincianas, su desarrollo espectacular con edificios modernos que conviven en armonía arquitectónica con un pasado que, si uno aguza el oído, aún escuchará el rodar de los carromatos tirados por caballos, en una añoranza de un ayer que se resiste a irse.

Los que conocemos a Didier Bracho Soto, que en estos días ha recibido una presea de sus coterráneos, no nos causó sorpresa el reconocimiento y nos alegra que haya llegado en buena hora. Suele suceder que esto, que es un homenaje a una trayectoria de toda una vida, sea entregado a personas que ya no están con nosotros. Se efectuó una señera ceremonia en un marco esplendoroso que tuvo lugar en el salón de sesiones del Palacio Legislativo, a la que acudieron los integrantes de los tres poderes estatales, así como autoridades civiles y militares. Se le galardonó con la medalla “Francisco Zarco”, la más alta presea que puede recibir un periodista en el estado de Durango. Con esa sencillez y don de gentes que le caracteriza, Didier fue honrado por media centuria de trabajo periodístico, recibiendo de manos del primer mandatario de la entidad, Ismael Hernández Deras, el diploma “A la Virtud y al Mérito”. La virtud, por su integridad de ánimo y bondad de vida; el mérito, por las buenas obras realizadas en beneficio comunitario.

Loor, a un maestro del periodismo.

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