El PRI amenaza con volver a Los Pinos. Amenaza. Porque la vuelta del PRI –con escala en un arrollador triunfo previsto en las elecciones legislativas del próximo año– no está sustentada en su democratización o renovación, sino en que el autoritarismo, la mano dura y el control que le han caracterizado siempre, pueden sacar a México del desorden. Es el pragmatismo de quien triunfa no por ser mejor, sino porque los otros fueron iguales o peores. Es el más vale maloso conocido.
Cuando fue derrotado por el foxismo en 2000 y cayó al tercer lugar con Madrazo en 2006, el conjunto de los analistas opinaron que al llamado “partidazo” sólo le quedaba renovarse a fondo si quería evitar la desaparición. El PRI no se renovó y sin embargo, no solamente no ha muerto sino que es puntero en las encuestas.
Resulta que la mejor oferta electoral del PRI no es una cara nueva sino viejas mañas. La ciudadanía no busca en el tricolor democracia, transparencia, apertura ni respeto a los derechos humanos. Busca resultados. Y el PRI se posiciona como el partido que puede generar que el Gobierno “se haga sentir”.
Tras dos derrotas presidenciales consecutivas, los priistas parecen haber aprendido dos cosas: que todos ganan si se mantienen unidos y que eso de poner cara de buenos –como lo intentó Madrazo en 2006- nomás no se los cree nadie. Llevan dos años repartiendo sus dividendos políticos para mantener la unidad y ahora se presentan como “los duros” que le hacen falta a esta película.
La impunidad y el desencanto constituyen un clima ideal para el triunfo del PRI de siempre: el de la corrupción, el compadrazgo, las partidas secretas, los abusos, la represión, los frenos a la libertad de expresión, los arreglos en lo oscurito, los negocios a la sombra del poder, los crímenes de Estado, la demagogia y todo eso en lo que me da la impresión que la sociedad está dispuesta a retroceder con tal de ganar “orden”, ganar una versión malentendida de la palabra “gobierno”.
Y si el PRI triunfa electoralmente, lo hará como casi nunca lo ha hecho a nivel federal: bajo reglas de democracia. Es decir, el peligro es que quedará legitimada por las urnas toda esa política del cheque en blanco, la de “déjenme hacer, nomás no me pregunten cómo le hice”.
La otra es que la sociedad no esté dispuesta a ceder en ninguna de sus conquistas libertarias y el PRI acomode y acote sus formas tradicionales de hacer política a los nuevos escrutinios y vigilancias que ya operan en México. Si no, será indudablemente otro retroceso.