La ceremonia civil de Stella, una joven de ojos verde mar y una cara angelical, y Germán, un joven de cuerpo atlético en cuyo rostro se reflejaba el amor a su futura esposa, se desarrollaba en un ambiente de amor, amistad y calidez humana; una vez concluida la ceremonia civil, Orlando y Estela, padres de la guapa novia, se acercaron al viejo Filósofo, quien había sido generosamente invitado por ellos para que dijera unas breves palabras.
El Filósofo tomó con mano temblorosa el micrófono iniciando la tarea encomendada:
––El matrimonio es como un baño de agua fría en tiempo de frío… Hay que meterse de un chingazo, porque si le piensas mucho te rajas –las carcajadas de los invitados se hilvanaron en una sola, el Filósofo continuó–: queridos Stella y Germán, cierto día en el viejo hotel del pueblo inició un incendio, todos los huéspedes salieron presurosamente, pero los bomberos que habían llegado, acudiendo al llamado del 066, se dieron cuenta que había un hombre profundamente dormido.
“El propietario del inmueble, los bomberos, los integrantes de protección civil trataron en vano de sacarlo por una ventana. Luego intentaron sacarlo por la puerta, pero sin éxito. No había modo, porque el tipo aquél estaba demasiado gordo y pesado. Todo el mundo estaba casi desesperado, hasta que les sugerí: “¿Por qué no lo despertamos y que salga él por su propio pie?”.
Así es el matrimonio, sólo ustedes por su propia mano, por su propio pie podrán edificar su felicidad. Construyan un universo de sueños con la unión de sus almas, recuerden que el amor algo tiene de cielo y de calvario, tengan la sabiduría para entenderlo y la habilidad para enfrentarlo, que en el matrimonio el amor lleva en sí mismo su propia plenitud.
Dejen atrás, sin temores y sin reservas, su vida de solteros, no perderán su individualidad, pero crecerán en un nuevo espacio llamado matrimonio, que es estar unidos, pero no atados, siempre dejen espacios en su cercanía, ni el mezquite crece bajo la sombra del ébano ni el ébano crece bajo la sombra del mezquite. Que su amor los lleve a vivir juntos, pero no demasiado, porque la fuerza del templo radica en los pilares separados.
Aprendan de sus padres a turnarse el mal humor, nunca se disgusten los dos a la vez, si lo hacen pueden perder el control, recuerden que no queremos un matrimonio sin discusiones, porque no queremos que se pierdan el placer de los dioses que es la reconciliación.
Compartan lo que Dios les da, así nunca les faltará lo indispensable, un hogar con fe, oración, amor y buen humor es un hogar abierto a todas las bendiciones de Dios. Ustedes requerirán privacidad, pero no se encierren en sí mismos, que a aquellos que comparten lo que tienen, nunca les faltará lo indispensable.
Nunca esperen que termine el día sin el regalo de una palabra amorosa y cariñosa, de un cumplido, de una alabanza, que al caer el día siempre haya una sonrisa en la cara de ambos, nunca esperen un regalo, denlo ustedes primero.
Cierto día en Güémez dos jóvenes muy queridos por todos contrajeron matrimonio, el recién desposado enfermó por haber comido asado de puerco en exceso. Así que a la hora de la verdad no podía manifestarle a su esposa el gran amor que sentía por ella. Ella, por su parte, solicitaba la acción propia de la luna de miel.
––Pero Simpliana –comenta quejumbroso el joven mientras se apretujaba el estómago por los fuertes retortijones que tenía–, ¿qué no ves que traigo mucho dolor intestinal… que estoy enfermo?
––Sí –responde la joven novia–, pero recuerda que me prometiste delante del padre Chuyo que me amarías en la salud… y también en la enfermedad.
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