Recordando a Monina
En esta ocasión quisiera compartir la historia de Monina, escrita por su dueño el Dr. Leonel Rodríguez R.
Mi nombre fue Monina Rodríguez, nací en la vecina población de Gómez Palacio, Dgo. el día 24 de febrero de 1995 y fui producto del primer apareamiento de mi padre Boby de Hoyos, no recuerdo el nombre de mi madre pero sí de que fuimos una preciosa camada de seis o siete cachorros donde yo me encontraba, al mes de mi nacimiento uno de mis hermanos y yo pasamos al hogar de mi padre, Boby, donde fuimos muy bien recibidos por nuestros amos. Mis nuevos amos querían que nos quedáramos en el hogar tanto mi hermano como yo pero vieron que lo mejor era obsequiar a uno o a otro a un buen matrimonio, a una buena familia que nos quisiera y nos cuidaran mucho, para mi buena suerte fui la elegida para quedarme en casa de ellos y al lado de mi padre Boby, de mi hermanito no volvimos a saber nada, Dios quiera que le haya ido tan bien como me fue a mi todos los años que tuve la dicha de vivir.
Todos los recuerdos que me llevo al Paraíso de las Mascotas, fueron de lo más agradable que puedan ustedes imaginarse; me apapacharon mucho, me consintieron a más no poder, me toleraron todas mis “diabluras” de los primeros meses de vida y toda la familia estuvieron pendientes de mi alimentación, de bañarme con cierta regularidad, de la aplicación de mis vacunas y de mis visitas al veterinario entre muchas otras cosas.
¡Cuántos acontecimientos me tocó vivir los doce años que viví en casa de mis amos!
Cuánto cariño recibimos de mis amos, de mis amitos y de la nana de ellos, todos nos cuidaban mucho y de vez en cuando nos daban algunos regaños. Fueron pasando los años, vimos cómo los amitos terminaron su universidad convirtiéndose en todos unos profesionistas y después los vimos formar familias y tener sus propios hijos.
Nuestros amos un buen día se jubilaron de sus respectivos trabajos y ya tenían más tiempo para nosotros y seguido nos sacaban a pasear, el amo nos llevaba a realizar grandes caminatas y papá Boby y yo corríamos, saltábamos, nos revolcábamos en la tierra y la disfrutábamos mucho, aun cuando regresábamos todos llenos de tierra y mi ama se enojaba de cómo nos veía y siempre amenazaba de que ya no nos iba a dejar salir, pero al amo “le valía” y muy temprano nos sacaba nuevamente a pasear, yo era muy escandalosa, tan pronto veía la correa y mi collar empezaba a ladrar y ladrar y cómo batallaba mi amo para podérmelo colocar, Boby, mi padre, era más calmado y se dejaba ponerlo con más facilidad y allá vamos, felices de la vida, disfrutando el ejercicio que hacíamos y yo muy orgullosa de ver cómo nos cuidaban y me daba tristeza de ver a otros de mis hermanos de raza solos, vagando sin rumbo, sin que nadie los cuidara, con el riesgo de que fueran atropellados, muy seguramente hambrientos y sedientos y yo daba gracias al Dios de los humanos que es el mismo que el de las mascotas, de haber llegado a un hogar donde tanto nos cuidaban, tanto nos querían y soportaban todas nuestras inquietudes.
Yo me encontraba muy bien, me sentía bien, sin embargo en los últimos días del pasado mes de abril empecé a ponerme triste y comía poco, mis amos lo adjudicaron a que como vinieron de visita los hijos del amito que vivía fuera de las ciudad y no nos podían tener dentro de la casa por eso de los bebés de mi amito, yo me sentía celosa, resentida, rechazada, sin embargo no era así, me sentía mal, triste, débil y en pocos días bajé mucho de peso y un día, de repente empecé a sangrar, a sangrar mucho y eso me debilitaba aún más, aparte de que ya no comía, mi amo sospechó de que tuviera un cáncer de mi matriz y llamó a mi veterinario el cual me revisó y sospechó que tan sólo era un sangrado anormal de mis órganos reproductores, sugirió que me operaran para quitármelos y así fue, me dio de alta con tratamiento médico a base de antibióticos y analgésicos y me llevó a mi casa. Los medicamentos no los tomé con regularidad a pesar de que buscaron muchas maneras de que lo hiciera, lo bueno es que no se me infectó la herida; sin embargo yo me sentía más débil, yo que era tan buena para comer ya no quise o no podía hacerlo, ya no probaba comida y veía en el rostro de mis amos y de mi nana su preocupación.
Llegó un momento en que ya no me podía mantener en mis cuatro patas, mi veterinario venía a casa para revisarme y nuevamente me llevó a su clínica para hidratarme, volvía a casa después de que me pasaron por una vena soluciones, en esa ocasión me ordenó unos exámenes de laboratorio para ver cómo estaban funcionado mis riñones y lo que se temía: ya me encontraba en insuficiencia renal irreversible. Mi médico aconsejó a mis amos que lo mejor era dormirme para que ya no sufriera.
Yo sé que no fue una decisión fácil de tomar para ellos, el amito menor no quería que lo hicieran, deseaba que me dejaran unos días más, pero le dolía tanto verme en el estado en que me encontraba que ya no quiso volverme a ver y creo que fue lo mejor, es tan sentimental, me quería tanto que hubiera soltado en llanto al verme cómo me encontraba y yo me hubiera puesto aun más triste al verlo sufrir por mí.
Fue mi amo el que tomó la decisión final: todo se llevaría a cabo al día siguiente, nueve de mayo después de las diez de la mañana, el día anterior mi veterinario me llevó nuevamente a la clínica para hidratarme y le dijo a mi amo que si quería allí me podía quedar, sin embargo iba a estar sola, en una jaula y no quiso... no lo permitiría y volví a casa para pasar la última noche en el hogar donde tanto me habían querido, allí dormí en mi lugar preferido, al día siguiente, poco tiempo antes de que me llevaran a la clínica, mi amo me tomó en sus brazos y platicó mucho conmigo, con sus ojos anegados de lágrimas me recordó cuánto me habían querido toda la familia, de cuánto había significado para todos ellos, que siempre había sido un miembro más entre ellos al igual que papá Boby y mi hermanita Paloma, que nunca había sido una carga económica para ellos y que yo los había compensado con creces con todo el cariño que siempre les manifesté de muchas maneras, después me llevó a la clínica, siempre en su brazos ya que un amigo de mi amo lo acompañó en este doloroso transe.
El veterinario me colocó en una mesa de exploraciones caninas, mi amo siempre estuvo a mi lado, acariciando mi cabeza, yo tenía los ojos abiertos, lo veía con sus ojos llenos de lágrimas y me decía que me quería mucho, que lo que se estaba haciendo era por mi bien para que ya no sufriera y yo lo entendí perfectamente, después por la venoclisis mi médico empezó a pasar un líquido y poco a poco me fui quedando dormida, después pasó otra solución para que cesaran mis movimientos respiratorios y mis latidos cardíacos, no sufrí dolor y poco a poco sentí que algo salía de mí y se elevaba, se elevaba hacia el infinito y con unos fuertes ladridos me despedí de mi amo gritándole: Gracias, gracias por haberme querido tanto y hacerme tan feliz los años que viví con todos ustedes. ¡Qué Dios los bendiga!
Los adora su Mascota: Monina.