La finca marcada con el 280 sobre la avenida Cipreses, presentó varios impactos de bala.
“Se subieron al techo de mi casa, de ahí disparaban. En ratos se calmaba y luego seguía. Todo estaba a oscuras, se fue la luz, las balas no paraban”, comenta la mujer que junto a su familia ya no se prepararon para ir al trabajo y a la escuela, el caos no lo permitió.
“Nomás oímos los disparos y nos echamos al suelo, yo estaba debajo de la cama con mi hija. En el cuarto de mi mamá se metió una bala. Teníamos mucho miedo”, dice una vecina de la avenida Cipreses que fue espectadora en “primera fila” del enfrentamiento entre un grupo de sujetos armados contra militares y agentes federales.
“Se subieron al techo de mi casa, de ahí disparaban. En ratos se calmaba y luego seguía. Todo estaba a oscuras, se fue la luz, las balas no paraban”, comenta la mujer que junto a su familia ya no se prepararon para ir al trabajo y a la escuela, el caos no lo permitió.
Tras el cordón amarillo que resguardaba la avenida Cipreses, principalmente la finca marcada con el 280, que mide 20 metros de frente y 10 de fondo, los comentarios eran variados, que si “tenían poco de vivir en la casa”, que si “casi no salían”, que si “eran muy jóvenes”, que uno “que acabó herido en la calle les gritaba a los policías retándolos”.
Frente a la casa estaba mal estacionado, con el frente en diagonal a la banqueta, en sentido contrario, el Dodge Neón naranja que fue “cazado” desde el bulevar Diagonal Las Fuentes, tomó la calle Sicomoros de Torreón Jardín y viró a la izquierda rumbo al poniente por la Cipreses, donde terminó su carrera.
Agrupados se detectaron decenas de impactos de bala calibre 223 en la planta alta de la casa, principalmente en un cuarto que colinda con una especie de terraza. En ese lugar fue baleado un sujeto, quien sufrió una herida de bala en cadera del lado izquierdo con esquirlas y una más en el costado izquierdo del tórax, que le penetró y salió por el pectoral derecho, terminando con su vida.
Dentro de la casa todo era caos y destrucción. Las balas “cocieron” las rejas de protección metálicas, persianas, destruyeron un televisor, las puertas de un closet y algunos sillones. Había sangre por todos lados.
En las escaleras se detectaron manchas de sangre por el arrastre del cuerpo de uno de los sujetos, al cual sus compañeros pensaban rescatar, ya que lo iban a subir a la camioneta de lujo Nissan Infinity QX modelo 2008, valuada en 52 mil 500 dólares, color gris plata, con placas 78DLN3, del estado de Texas.
Tras la cochera eléctrica de la finca, donde estaba la lujosa camioneta, terminó el cuerpo del joven de 20 a 25 años, quien tenía un impacto de bala en el rostro que le hizo perder el ojo izquierdo.
Frente a la casa acribillada, donde hasta hace una semana vivía una familia normal, como la describieron vecinos, estaban estacionadas dos camionetas, una Dodge Voyager color gris que sufrió daños en un vidrio lateral y otra Suburban de modelo antiguo que terminó con todos los cristales laterales izquierdos estrellados por los impactos de bala.
También, por el costado de la calle Mimbres, junto al jardín de niños y la escuela primaria, se observaron impactos de bala en la finca, pero algunos alcanzaron la casa contigua, principalmente en la planta alta.
“Mis hijos me hablaron de Estados Unidos, creo que la balacera salió a nivel nacional, se dieron cuenta que era enfrente de mi casa, estaban preocupados, pero les dije que no me pasó nada”, dice una mujer adulta que todavía tiene su cara afligida.
“Oiga, a mí también me causaron daños con los balazos, qué hago, pongo denuncia... me irán a pagar... o mejor no voy”, señaló, cuestionó y se respondió sola otra vecina afectada, que tampoco fue a trabajar este día.
