LA GUERRA en contra del crimen organizado que viene peleando el presidente Calderón no la puede perder el Estado mexicano pues de llegar a perderla se perdería México todo y con ello, el destino y el futuro de nuestros hijos y nietos también se perdería.
PARA PODER ENTENDER lo que está sucediendo en nuestro país, deberemos primeramente aceptar y reconocer que las fuerzas del mal están organizadas para imponerse al Estado y al Gobierno. Que esas mismas fuerzas del mal tratan de socavar y destruir nuestras bases elementales de convivencia y que sostiene el tejido social de los mexicanos. Que los agentes del mal cuentan con millones de dólares y cientos de miles de armas de todas las variedades y calibres y además, cuentan con la complicidad de miles de funcionarios, policías y empleados infiltrados en el Gobierno a sus tres niveles.
A LOS MEXICANOS de hoy nos ha tocado vivir un desconocido y nuevo sistema de criminalidad. Nuestros cuerpos policiacos hasta los finales del siglo pasado, estaban preparados para resolver problemas de borrachos, de automovilistas adictos al alcohol o a la velocidad. Además de eso, nuestros policías no tenían necesidad de saber más. Los ministerios públicos locales se desgastaban aclarando robos de vehículos, de refacciones, encarcelando a maridos golpeadores de sus mujeres, colisiones entre vehículos y párele usted de contar. La Policía Judicial del Estado usaba su tiempo en extorsionar raterillos, negociar con pequeños delincuentes patrimoniales, detener o negociar órdenes de aprehensión y tratar de comer y beber gratis en los burdeles o cantinas de giro negro.
EL MINISTERIO PÚBLICO FEDERAL se lucía persiguiendo a emisores de cheques sin fondos, a los que robaban la energía eléctrica, asuntos sobre accidentes carreteros en vías federales, robos en instituciones del Gobierno, pasar contrabando y también con gran actividad en cantinas, moteles y burdeles haciendo valer su “charola”; pero hasta ahí llegaban las cosas.
PERO AHORA EL MUNDO CAMBIÓ, y los órganos de Gobierno a sus tres niveles se enfrentan al dragón de las mil cabezas. Se trata de un verdadero monstruo salido de los mismísimos infiernos al que nuestros cuerpos policiacos y persecutores del delito, únicamente conocían a través de la literatura infantil o en la mitología.
SE TRATA DE UN ENTE del mal que no tiene rostro, tal y como aparece, desaparece. Es capaz de transportar 24 cadáveres por las carreteras de cuota sin que nadie se dé cuenta. Puede llevar hasta un paraje desolado a 24 yucatecos, cortarles la cabeza y nadie ha visto nada, bueno, ni siquiera hay un familiar que reclame la desaparición de algún familiar.
ESTE MONSTRUO PUEDE MOVERSE LIBREMENTE por carreteras libres y de cuota, por calles y avenidas a alta velocidad en camionetas color negro y vidrios polarizados atacando cuarteles militares y a sus soldados; puede dinamitar oficinas policiacas municipal, federales, ministeriales o estatales y nadie los ha podido ver, menos localizar y detener.
SE DAN EL LUJO de montar retenes “piratas” para facilitar el secuestro de sus víctimas y nadie los ha visto. Es más, pueden meterse entre una multitud de más de 10 mil personas, para tirar dos granadas y matar 8 personas y herir a otras 134, sin el más mínimo temor a ser detenidos por la misma multitud dentro del lapso de tiempo de unos cuantos segundos que transcurren desde el momento en que aventaron la granada contra los niños, y el instante en que salieron huyendo.
ESTÁN EN CONDICIONES de infiltrarse en cualquier Gobierno y sobornar a cualquier funcionario y nadie se da cuenta. Pueden reclutar cientos de “puchadores” en los barrios pobres de las ciudades de México y nadie es capaz de identificarlos. Tienen entregas de la droga mediante ruta de taxis y nadie sabe quiénes son.
ESE ES EL NUEVO fantasma al que se enfrenta México; pero de una cosa sí estamos ciertos y totalmente seguros: Que México ganará finalmente esta guerra. México no puede perderla pues de ser así, este gran país de Siqueiros, Rivera, Tamayo, Henestrosa, Frida, Paz, Fuentes, Vasconcelos, Sor Juana, Cárdenas, Juárez, Madero, Carranza, sólo por mencionar algunos de los grandes mexicanos, ese país tendría que desaparecer.
ESTAMOS VIVIENDO una guerra y como tal debemos asumirlo. No es desprestigiándonos los unos a los otros como México podrá salir de esto. No es echándonos la culpa los unos a los otros como derrotaremos al monstruo de las mil cabezas. La guerra será dura, larga y con muchas bajas por ambos lados. México ya las ha conocido en el pasado cuando las intervenciones de potencias extranjeras.
EN ESTA difícil situación estamos ahora; como si se tratara de una verdadera guerra de intervención, y es así como deberemos asumirlo, de ahí que la unidad será fundamental para lograr el triunfo.
“Las guerras las ganan sólo los que confían en la Victoria”, Thomas Wentworth Storrow (1823-1911) reformador estadounidense.
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