Si algo nos enseña la historia, es que los tontos tienen la antipática manía de repetirla. Lo cual, ciertamente, no habla muy bien de la especie humana, la única de la Creación experta en tropezarse dos veces con la misma piedra.
Tan profundas reflexiones fueron suscitadas por el incidente internacional de la semana. Que, quizá por reflejo negativo, y sabiendo quién está ocupando todavía la Casa Blanca, nos remitió a un episodio del pasado.
En agosto de 1964, un par de navíos de la Armada norteamericana patrullaba las aguas del Golfo de Tonkín, enfrentito de Vietnam del Norte. Su misión era interceptar las armas y provisiones que los comunistas del norte hacían llegar de contrabando por mar a sus hermanitos del Vietcong, en el sur. En ésas andaban las naves americanas cuando fueron atacadas por lanchas patrulleras norvietnamitas, que alegaban estar defendiendo las aguas territoriales de su país. Los americanos replicaron que se encontraban en aguas internacionales, repelieron el ataque y hundieron una de las lanchas. Ese mismo día el Gobierno de Estados Unidos lanzó un ultimátum: si Vietnam del Norte volvía a provocar a la Armada gringa, ya verían cómo les iría.
Dos noches después, uno de los barcos norteamericanos reportó “actividad inusual”: como que oyeron disparos; como que vieron destellos en la oscuridad; como que estaban siendo atacados. Nunca se supo qué ocurrió en realidad aquella noche. Pero eso no le importó a la Administración de Lyndon Johnson, que aprovechó el llamado Incidente del Golfo de Tonkín para empezar a bombardear a Vietnam del Norte y enviar a su juventud al matadero en las junglas y arrozales de Indochina. Sí, la llamada Guerra de Vietnam empezó con un incidente entre navíos de combate.
Por eso la noticia del… llamémosle conato de bronca ocurrido esta semana entre lanchas rápidas iraníes y un trío de navíos de la US Navy, en el Estrecho de Ormuz, hizo que la piel se nos pusiera de gallina.
Y es que, luego del incidente, del que cada bando culpó al otro, el brillantísimo George W. Bush lanzó una advertencia a Irán… muy, pero muy parecida a la de Johnson de hace 43 y pico de años.
Para colmo, el incidente ocurrió en una de las vías de navegación más estratégicas del mundo. El Estrecho de Ormuz (que mide unos 45 kilómetros: ni de aquí a San Pedro) es la única entrada (y salida) marítima al Golfo Pérsico. Por ahí circula entre un 30 y un 40% de todo el petróleo de exportación del mundo. Si un conflicto llegara a cerrarlo, la economía del mundo quedaría patas arriba. Por eso para los Estados Unidos es crucial mantenerlo abierto. Por eso Irán les recuerda cada que puede su capacidad de armar relajo en un punto que a la mayoría le conviene tener más calmado que monasterio cartujo en Viernes Santo.
Pero, ya conocemos a Irán y su pintoresco presidente. Quizá no hemos visto lo último de este tipo de jueguitos peligrosos. Especialmente peligroso cuando el tonto del pueblo reacciona al botepronto… y sin la más remota idea de la historia previa.