Después de realizar una de las más claras y descarnadas demostraciones de cinismo y desvergüenza de que son capaces nuestros partidos, finalmente llegó a su fin el sainete mediante el cual se dañó irresponsablemente a una de las poquísimas instituciones de las que podemos estar orgullosos los mexicanos. Literalmente al cuarto para las doce, fueron electos los tres nuevos Consejeros Electorales del IFE; entre ellos, el nuevo Consejero Presidente, puesto que al parecer constituía la principal manzana de la discordia.
El saldo de todo el proceso ha sido realmente lamentable. Por vengarse de quienes vieron como enemigos, el PRD y el PRI se lanzaron a darle de patadas a un organismo que goza, hasta la fecha, de mucha mejor reputación que cualquier partido. El PAN pusilánime, deseoso de apoyos para llevar a buen puerto una reforma hacendaria tibia y coja, los dejó hacer. El resultado es un organismo muy lastimado, con las orejas gachas como perro apaleado, y que ahora deberá cuidarse hasta de su sombra. Lamentable panorama para algo que tanto nos costó edificar, y que (con sus fallas, como todo lo humano) tan bien habíamos construido. De por sí en nuestra historia, las instituciones para maldita la cosa que han servido…
Algo llama la atención de entre el sonido y la furia que precedieron y siguieron a la designación de los Consejeros Electorales: el énfasis de políticos y analistas en que había que “recuperar la confianza en el IFE”. Y ahí sí que muchos nos encabritamos. ¿Quién les dijo que la ciudadanía ha perdido la confianza en el IFE? De hecho, las encuestas demuestran que sigue siendo de las organizaciones que goza de mejor fama entre la raza.
Aclarando: si en alguien no confía el mexicano promedio, es en la cínica, voraz, parasitaria, inepta y palurda clase política nacional, mejor representada por los líderes de bancada y diputados mercachifles, que tan orondos proclaman que hay que restablecer la confianza en el IFE. Dumbo hablando de orejas, el comal le dijo a la olla, el león cree que todos son de su condición.
Que el IFE falló en algunos momentos cruciales de las elecciones de 2006 me parece por lo menos cuestionable. Lo que ocurrió fue que no respondió como los políticos querían, a sus gustos y conveniencias. Luis Carlos Ugalde, en la declaración más importante de su vida, no dijo que entre los dos principales candidatos había menos de un punto porcentual de diferencia. Ni dijo quiénes eran esos candidatos. ¿Y eso qué? El PREP funcionó como debía, los conteos distritales lo mismo. Las dudas fueron creadas por paranoicos empeñados en enlodar un proceso que no les favorecía. El hacerle caso a los loquitos del complot, vaya que nos ha costado a todos. Acaba de caer el telón sobre una sucia, degradante ópera bufa cuyas lamentables consecuencias nos seguirán durante un buen rato. Pobre México.