El segundo tercio el sexenio de Felipe Calderón se inicia con un nuevo encargado de la política interna del país. Tras de la muy dolorosa pérdida de Juan Camilo Mouriño, que articuló consensos exitosos durante su corta gestión, no hay mucho que añadir a los adjetivos positivos que a su vez se han dicho y escrito sobre la personalidad y antecedentes políticos y profesionales de Fernando Gómez Mont.
Abogado culto y valiente, avezado en las lides de la defensa del voto como representante de su partido ante instituciones electorales, o como diputado federal, ha sabido emplear, con ética, su astucia. El nuevo Secretario de Gobernación traerá a esa cartera maneras de pensar y actuar muy suyas, bien distintos a los de sus antecesores.
Creo que su bonhomía natural y vocación por la apertura y conciliación serán los mejores aliados de la firmeza que tendrá que echar mano en los tiempos retadores que ahora le dan la bienvenida a su cargo.
La Secretaría de Gobernación tiene la responsabilidad de conducir las relaciones del Ejecutivo con los otros dos poderes de la Unión, coordinar las acciones de la seguridad nacional y velar por el respeto a las normas constitucionales. Precisamente porque el Presidente está impulsando profundas reestructuraciones en casi todas las áreas nacionales, la labor del secretario de Gobernación es central para que los cambios que el pueblo pide y espera se efectúen con legalidad y conciencia de los derechos y obligaciones de individuos e instituciones.
Son pocas las reformas que son realizadas directamente por la Secretaría. Ella es coordinadora del esfuerzo de las dependencias responsables. La conciliación de intereses políticos opuestos es su tarea típica. En algunos casos especiales, entra al quite de un conflicto siempre en nombre del Presidente de la República.
Sus tareas han crecido al paso de las circunstancias y los retos que plantean las reformas que se propone promover Calderón. Afortunadamente Gómez Mont puede partir de logros como el de las reformas al ISSSTE, las fiscales, la electoral y muy destacadamente las recientes en materia de energía y de Pemex. Otros cambios estructurales se encuentran en diversos grados de adelanto. Los que quedan por arrancar son las reformas de seguridad, la educativa, la de salud y la laboral, eje para potenciar nuestra capacidad competitiva y creadora de empleo.
La labor de apoyo y coordinación de la Secretaría se realiza tras bambalinas dejando el mérito a la instancia responsable. El secretario de Gobernación debe evitar figurar. No es sano que todos los problemas nacionales tengan que llegar a Gobernación, o lo que es peor y muy frecuente, a las rejas mismas del Palacio de Cobián.
Si la relación con otras secretarías es cuidadosa, la que sostiene con el Poder Legislativo es vital. El secretario de Gobernación transmite la posición del Ejecutivo y sus iniciativas de ley lo que requiere una limpia y fluida línea de comunicación siempre consciente del frágil equilibrio entre dos poderes de igual jerarquía constitucional.
Hay que entender a fondo los propósitos y las realidades que sostienen las posiciones de cada partido político para inducir convergencias en las grandes metas nacionales. Las organizaciones ciudadanas también son importantes para ayudarlas a que sean motores positivos de la participación cívica en lo electoral y en la consolidación de la estructura política.
La cooperación de esas organizaciones ciudadanas y la de las iglesias, entre las cuales la Católica, es la predominante, es necesaria para vigilar y hacer respetar los derechos humanos. Ellas cooperan en la solución de los muy sensibles problemas migratorios. Hay que extirpar el tráfico de personas que victimiza en nuestro territorio a los migrantes, tanto connacionales como extranjeros especialmente los centro y sudamericanos.
La pesada y muy diversificada carga que tiene esta Secretaría y su trabajo de coordinar muchos de los esfuerzos nacionales colaborando estrechamente con el presidente de la República, explica la propuesta que ha resurgido de aliviar sus responsabilidades creando el puesto de jefe del Gabinete Presidencial. Ello crearía, sin embargo, un nuevo polo de poder que iría en contra del sentido de unidad de gobierno y de su Administración.
Una propuesta curiosa es la de cambiar la designación de la Secretaría para ahora llamarla del Interior. Los cambios de membretes, un deporte distractor muy socorrido por nosotros, niegan la continuidad y el seguimiento institucional del gobierno y son pretexto para volver a estudiar y reinventar lo ya sabido sin siquiera aportar algo novedoso.
Estamos a pocos días de que se cumpla el primer plazo de 100 días del compromiso del Acuerdo por la Seguridad y Justicia que se firmó después de la tragedia del joven Fernando Martí. El papel de la Secretaría de Gobernación será importante para presentar al público los avances que se hubiesen logrado en la guerra contra el crimen organizado. El manejo de la información sobre la guerra que se libra contra el narcotráfico es un asunto muy crítico.
Fernando Gómez Mont tiene todas las cualidades para poder realizar una labor que sostenga la credibilidad de las instituciones y defienda el Estado de Derecho, protección de los derechos humanos, la libertad de prensa y se coordine con las organizaciones de la sociedad civil a las que conoció muy bien en su lucha por la democracia y la ciudadanización del IFE.
Sus raíces personales se nutren en la mejor tradición de humanista del PAN. Los que lo conocemos podemos asegurar que su desempeño contribuirá a resaltará el respeto a los valores nacionales sustituyendo la nociva propensión a la desconfianza y el “sospechosismo” con la fe en nuestra capacidad para avanzar hacia una comunidad moderna de compartido bienestar.
Coyoacán, noviembre de 2008.
juliofelipefaesler@yahoo.com