Alan Christian Vázquez Vargas, de 28 años, quien dejó huérfanos a dos niños, fue cremado ayer. (Agencia Reforma)
Despiden familiares y amigos a dos de las víctimas civiles del avionazo.
Salieron a recibirlo su abuela y sus tíos para informarle que estaban reunidos porque su papá había muerto. “Se fue al cielo”, le dijeron. Sin ningún otro detalle. Desde entonces Jared, no hace otra cosa más que llorar y decir que no quiere que su papá vaya a ninguna parte.
Al velorio de Alan, el primer cuerpo en ser reconocido, de los civiles que murieron la noche del 4 de noviembre en el avionazo de Reforma, fueron por lo menos 200 personas. Fue en la funeraria Gayoso, pero en Sullivan, lejos de las cámaras que rodearon la otra sucursal, donde les dieron el adiós a los cuerpos públicos. Aquí no hubo honores, ni palabras de Felipe Calderón. Esta familia veló a Alan en un ataúd gris, sin ninguna bandera que lo abrazara.
Toda la noche hubo rostros desencajados, con miradas pensativas. El nombre de Alan Cristian Vargas ha sido repetido públicamente cuando se refieren a uno de los cuatro muertos que no venían en la aeronave; para su familia, Alan es alguien que no merecía morir. Es una historia que hubieran deseado nunca contar. A Jared sólo le quedó eso de su papá, una caja gris y una fotografía al pie del ataúd.
Hilda, su mamá, había decidido no llevar a sus dos hijos al funeral de Alan, pero los psicológos que la delegación Miguel Hidalgo les envió a las víctimas, le recomendaron vivir el duelo junto a ellos. Aunque la última imagen con la que se quedó Hilda no es la de la caja negra sino la de los labios de Alan, lo demás ha sido increíble, una pesadilla que no puede aceptar.
Todavía no se atreve a entrar a su casa, ni a dormir en su cama sin su marido. Está rodeada de toda su familia y cada vez que el reloj avanza le empieza a quedar más claro que se quedó sola. Que Alan no regresará. La noche de este jueves fue la primera vez que cerró los ojos, 48 horas después de que bajara del segundo piso de su oficina y viera un jet caer en picada.
Hoy, lo que dejó en aquel Chevy, después de un beso y una promesa de regresar pronto, sólo se resume a una cajita con las cenizas del amor de su vida, con el que se casó desde los 18 años y al que nunca más volvió a verle los ojos, después del beso de despedida. Las cenizas de Alan las llevará a la iglesia más cercana a su casa.
‘Pareciera que mi mamá es un político’
Patricia Oropeza fue otra de las víctimas del avionazo del martes. Sus restos descansan en la misma colonia donde trabajó y encontró la muerte hace tres días cuando se desplomó el avión: Lomas de Chapultepec.
Después de haber sido velada en una capilla del Panteón Francés, a donde acudieron cientos de familiares, amigos y hasta desconocidos para dejar flores, fue cremada.
“Pareciera que mi mamá es un político o un personaje importantísimo, nos sentimos abrumados por tanto amor hacia ella. Es una muestra de su don de gente, de lo que sembró en la vida”, dijo Alejandro Oropeza, hijo de la víctima.
Los restos de la dama de 58 años, y empleada de una agencia de viajes, fueron depositados en la Iglesia de Nuestra Señora de Covadonga.
Reclamarán indemnización
Familiares de las personas que fallecieron como consecuencia del avionazo en Las Lomas reclamarán la indemnización correspondiente del Gobierno Federal.
“Esto no se va a quedar así nada más en la entrega de los restos de mi hijo, alguien tiene que responder”, indicó Gilberto Vázquez, padre de Cristian Alan, uno de los automovilistas que murió en el percance.
El jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, indicó que su Administración apoyará con asesoría legal a los lesionados y a los deudos de las personas que fallecieron en el accidente de la avioneta que cayó en Lomas de Chapultepec.
También dijo que si en este momento alguna de las familias de las víctimas necesita un apoyo económico, la Administración capitalina lo otorgará.
Gilberto Vázquez mencionó que la Procuraduría de Justicia capitalina, mediante la Subprocuraduría de Atención a Víctimas del Delito, le recomendó enviar una carta a la Presidencia de la República, para pedir la indemnización correspondiente.
“Nadie nos dice nada respecto a responsabilidades. En la Procuraduría nos dijeron que el camino más corto para solicitar una indemnización es dirigir una carta a la Presidencia y esperar a que nos respondan”.
Tal situación se presenta luego de que el Gobierno capitalino corriera con los gastos de los sepelios de los civiles que perdieron la vida en el desplome del jet en el que viajaban funcionarios federales.
Un último beso tres minutos antes de morir
Él pidió un beso tres minutos antes de morir calcinado. Hilda obedeció; le dio, sin saberlo, el último adiós a su esposo Alan.
Ella se bajó del Chevy, subió por la computadora que había olvidado en la oficina y cuando regresó, una parte del automóvil estaba arriba de un árbol y sólo cenizas en el sitio donde su esposo la esperaba para ir a casa.
A partir de ahí comenzó su búsqueda. Fue a todos los hospitales donde habían llevado a los heridos, pero su esperanza murió 15 horas después, cuando tuvo que llamar al dentista personal de Alan para que reconociera lo único que quedaba del cuerpo de su esposo: los dientes.
Fue el primer cadáver que se reconoció de los civiles que murieron la noche del 4 de noviembre. A ella le sigue pareciendo un sueño de tres minutos, aún no puede creer que cuando bajó del segundo piso, la zona ya estaba acordonada por policías.
Al lado de su marido, en el Semefo, hay otro cuerpo calcinado con otra historia de amor que también tuvo despedida. Es el de Patricia, quien alcanzó a decirle adiós con la mano a su esposo e hija que la miraban desde el otro lado de la calle, antes de que un avión le cayera encima.
Él iba todas las noches religiosamente por ella. Pero esta vez Patricia nunca pudo cruzar la calle para subirse al automóvil. Tras ondear la mano, literalmente desapareció.
Mientras ella se despedía de su vida, como si supiera que le quedaban segundos, en el segundo piso del 111 de Monte Pelvoux, Luis se quedó atónito cuando frente a la ventana de su oficina una avioneta se desplomó. En el momento no reaccionó. Alguien lo jaló hacia al piso. A 10 metros de su ventana estaban los restos de un avión encendido. “Fueron bolas de fuego”, dice el ejecutivo en telecomunicaciones.