No se trata de si a uno o a otro le asiste la razón. No creo que AMLO sea impulsado por un ánimo únicamente de que se haga justicia; son muchas las pendencias que trae hirviendo en el pecho como para que se piense que está denunciando para que se castigue al responsable, en que caso de que se pruebe que hubo tráfico de influencias. Su grito de alcancen al ladrón no se refiere sólo al que roba una cartera y corre con ella para escapar, en realidad no quiere que lo atrapen, sino seguir increpando. Su objetivo es conseguir el desprestigio, en caso de comprobarse un ilícito, de todo el sistema político que se encuentra encaramado en el poder. Ni siquiera ha llegado a pensar que Mouriño va a caer en las garras justicieras de los tribunales. Sabe eso por que conoce al dedillo como se las gastan los encargados de hacer justicia en este país. Andrés Manuel lo que pretende es poner a trabajar a los políticos para que se haga evidente su falta de decencia defendiendo un hecho que está palpablemente demostrado que si ocurrió. El mismo denunciado aceptó haber firmado documentos que lo ligan con una empresa familiar, sin reconocer se hubiera beneficiado ilegalmente en los puestos públicos que ocupaba entonces.
El ahora secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, le tocó, para su mala suerte, una época desquiciada, agitados tiempos en que la política se ha convertido en un palenque que sirve lo mismo para aparecer una playa con arena en pleno Zócalo que para vender películas “piratas” en las estaciones del Metro, que para enderezar en contra de las actuales autoridades enojosos cuestionamientos que evidentemente persiguen fines políticos. El dolor de Andrés, es: qué si le escamotearon la elección, qué si pretendieron encerrarlo acusándole de desobedecer un mandato judicial, qué si no contaron los votos uno a uno, qué si el petróleo, qué si patatín que si patatán, la cosa es venderse como víctima en las conjuras en su contra que dice están constantemente emanando del Gobierno al que califica de espurio. La primera mujer del género humano, creada por los dioses, concebida como un castigo para los hombres, llamada Pandora, a la que Zeus confió una caja cerrada para que se entregara al hermano de Prometeo.
La urna, entregada a Pandora, no duró mucho tiempo con la tapa en su lugar, pues a la mujer, le ganó una irresistible curiosidad y al destaparla encontró que todos los males estaban ahí los que, una vez liberados, se propagaron por el mundo y fueron causa de los sufrimientos de la humanidad. De la misma forma AMLO considera a los hombres en el actual Gobierno que son generadores de todos los males que asolan a este país. Aquella, la diosa, pertenece a la mitología griega, el autonombrado “presidente legítimo” al parecer tiene su origen en la mitología azteca. Lo cual es una verdad pues al fin y al cabo unos y otro viven del mito. Ahora que ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre, la verdad es que la acción de las autoridades está basada en su lucha en contra del crimen organizado en que se han obtenido éxitos y fracasos. Que el Gabinete es un conjunto de hombres y mujeres que no están funcionando como se debería, dependiendo de uno solo el crédito de todo lo que se hace o lo que se deja de hacer, por ser el de la confianza palaciega. De ahí que se haya convertido en un blanco favorito de los dardos envenenados de sus enemigos políticos.
Es un hombre del presidente y en cuanto se siente lastimado corre a refugiarse, como en los mejores tiempos priistas, en los brazos del Ejecutivo esperando asustar a sus cazadores con la fuerza que solía emanar de Los Pinos cuando todos agachaban la cabeza a un gesto del entonces mandamás. No se crea que no, aún conserva fuerza suficiente para cobijar a su pupilo. Lo malo es que el cuerpo del delito, del que se le acusa, no requiere comprobar, obtuvo una ganancia, sino tan sólo que siendo apoderado de Transportes Especializados Ivancar haya usado el cargo público para favorecer una contratación privilegiada y de eso existen documentos y el reconocimiento del propio funcionario. Es quizá inocencia o ingenuidad decir que no estaba en su ánimo negociar con los contratos. Aunque viendo la realidad, tal como se acostumbra en México, no importa lo que haya hecho, estamos en un país encantado, quizá el de Alicia en el país de las maravillas, a menos que se den cuenta de que puede volcarse el camión por no querer prescindir a tiempo de un neumático que ya no es confiable.