No hay fecha que no se cumpla ni deuda que no se pague, y así, tras 44 años de sequía, España levantó el trofeo que le acredita como el mejor equipo de Europa.
Ganar la “Euro” no es un asunto menor, sobre todo cuando se logra con la solvencia y el respeto al buen juego que exhibió la “Furia Roja” en el certamen y la forma brillante en que fueron sembrando rivales hasta nulificar a la mítica Alemania en la gran final.
La selección española está formada por una generación de jóvenes talentosos que decidieron adoptar a su entrenador como abuelo. No lo digo en broma, sino estoy cierto que en un medio donde imperan las estrellas a quienes el técnico poco o nada tiene que decir, el hecho de que cada jugador español supiera qué hacer y lo llevara a cabo con disciplina y humildad sólo se explica con el motor del afecto y el cariño.
Luis Aragonés puede ser gruñón, hosco e incluso necio pero se ha distinguido a lo largo de su carrera, y mire que ha pasado agua debajo del puente, jolines, por ser congruente. Precisamente esa actitud lo llevó a prescindir de Raúl, histórico goleador, llevando a otros elementos de menos nombre pero mayor disposición, y el tiempo, ese que pone a cada quien en su lugar, acabó dándole la razón al “Sabio”.
Sin embargo, algo que llamó la atención fue la variopinta presencia de invitados al palco de honor. No cabe duda que el futbol es el fenómeno social más importante e increíble en el mundo.
Michel Platini, inconmensurable jugador y hoy brillante directivo, ha aprendido a driblar, políticamente hablando, a sus detractores y se puede sentar cómodamente junto a Joseph Blatter, presidente de FIFA y principal crítico y antagonista de la Confederación liderada por el francés, departiendo entre risas.
Doña Ángela Merkel, teutona hasta la médula y más seca que una cicatriz, se emocionó y sufrió ante la inoperancia de sus muchachos, pero, creo, se abstuvo de gritar para no exponerse, como Hugo Chávez, al implacable “¡por qué no te callas!” del iracundo Rey Juan Carlos.
José Luis Rodríguez Zapatero se subió al carro de la victoria al autoproclamarse “primer Presidente en democracia en ganar un título con España” y la pregunta sería: ¿De qué jugaste, majo?
Para que la fiesta fuera completamente ibérica, Enrique Iglesias, con esa voz privilegiada que Dios le dio y la mercadotecnia promueve como si fuera la de Plácido Domingo, interpretó la canción oficial del evento y deleitó a sus fans.
Pero mi estampa favorita fue ver a Doña Sofía, siempre tan propia, perder la compostura y gritar como un aficionado más el gol de España. ¡Mi Reina! En fin, el mejor futbol del orbe arrojó un gran campeón. Pocas veces el que juega mejor gana, y en esta ocasión la justicia deportiva y la divina estuvieron del lado español. Ahora, a esperar cuatro años, pero mientras, ¡que viva España!
