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El papel de los profesores en la transformación del Sistema Educativo Nacional

Rolando Cruz García

Es necesario reconocer la impostergable necesidad que el Sistema Educativo Nacional tiene de transformarse, desde su estructura hasta la forma en que se trabaja en las aulas, esto con la finalidad última de lograr verdaderos procesos de formación para una nueva sociedad en un nuevo milenio.

El actual llamado a generar el cambio educativo representa al mismo tiempo una amenaza y un tremendo reto, sobre todo para los profesores de las escuelas públicas de todos los niveles del sistema educativo en el país.

Una amenaza, en tanto que la serie de reformas que se viene implementando, muestran muy poca confianza en la habilidad de los profesores para ejercer un liderazgo intelectual y moral a favor de la juventud, por ejemplo: muchas de las recomendaciones que se hacen desde las oficinas de los expertos para reformar el sistema educativo, ignoran el papel del profesor en la formación de los estudiantes como ciudadanos críticos y activos o sugieren modificaciones que difícilmente toman en cuenta la inteligencia, el punto de vista y la experiencia que los profesores pueden aportan al debate.

Los profesores y su labor, son objeto de reformas educativas que los reducen a la categoría de técnicos superiores y simples ejecutores que se encargan de llevar a cabo dictámenes y objetivos decididos por expertos totalmente ajenos a las realidades cotidianas de la vida en el aula.

Por otro lado, el clima político e ideológico de la sociedad, no parece favorable para el profesorado, ya que éstos tienen ante sí el enorme reto de entablar un debate público con sus críticos y detractores; hay que aceptar que el profesorado en México tiene poco, si no es que nulo reconocimiento a su trabajo.

Comprometerse a la autocrítica con respecto a la naturaleza y la finalidad de su preparación docente; cuantos profesores se encuentran en un espacio de confort que les proporciona contar con su base y no se preocupan por su actualización y superación profesional.

Revisar los programas de profesionalización que se ofertan en el país, ya que muchos de ellos sólo buscan otorgar credenciales al profesor, sin impactar en la calidad de su desempeño.

Revisar las formas dominantes de enseñanza en el aula, ya que sigue predominando el modelo tradicional y academicista de transmisión de conocimientos puramente memorísticos (en pleno siglo XXI, hágame Usted el favor).

Organizarse colectivamente para mejorar las condiciones del trabajo docente; nos referimos al trabajo colegiado desde las propias academias, con el fin de mejorar las condiciones en las que los profesores nos desempeñamos cotidianamente y no me refiero a las funciones sindicales, ése es otro boleto.

Demostrar a la opinión pública el papel central que debe destinarse al profesor, para cualquier intento de reforma que quiera hacerse a la educación pública; sin el profesor cualquier reforma, por innovadora que sea, nunca podrá operativizarse sin la convicción y la participación activa del profesorado.

A este respecto es fundamental revisar el enfoque teórico que puntualiza la necesidad de desarrollar una perspectiva que proporcione las bases para desarrollar un punto de vista alternativo sobre la formación y el trabajo de los profesores, la aportación teórica que Henry Giroux (España, 1990) hace a este debate gira en torno a dos aspectos fundamentales:

Primero.- Examinar las fuerzas ideológicas y materiales que han contribuido a reducir a los profesores a la categoría de técnicos especializados dentro de la burocracia escolar, con la función de gestionar y cumplimentar programas curriculares, en lugar de desarrollar críticamente los currículums. Este planteamiento me parece fundamental ya que el desempeño docente no puede limitarse sólo a un asunto de gestión escolar, sino a una profunda implicación con la transformación de la escuela, vía los planes y programas de estudio.

Segundo.- La necesidad de defender a las escuelas como instituciones esenciales para la democracia crítica y a los profesores como intelectuales transformativos que combinan la reflexión y la práctica académicas, con el fin de formar ciudadanos críticos, reflexivos y activos.

Esta segunda postura teórica, que defiende la idea de repensar y reestructurar la naturaleza del trabajo docente, es la posibilidad de contemplar a los profesores como intelectuales capaces de transformar su propia labor y por ende sus escuelas.

La categoría de intelectual resulta útil porque ofrece una base teórica para examinar el trabajo docente como una tarea del intelecto, en contraposición a una definición puramente instrumental o técnica. Aclara además las condiciones ideológicas y prácticas necesarias para que los profesores actúen como tales.

Contemplarlos así aclara la importante idea de que toda actividad humana implica alguna forma de pensamiento. Esto es crucial, al sostener que el uso de la mente es un componente general de toda actividad humana, exaltando la capacidad de integrar pensamiento y práctica.

Esto pone de relieve el núcleo de lo que significa contemplar a los profesores como profesionales reflexivos de la enseñanza y no sólo como ejecutores profesionalmente equipados para hacer efectiva cualquier meta que se les señale.

Hay que insistir en que los profesores ejerzan activamente su responsabilidad de plantear cuestiones serias acerca de lo que enseñan, cómo lo enseñan y qué objetivos persiguen con lo que enseñan. Esto tiene una dimensión normativa y política relevante para los profesores, si creemos que el papel de la enseñanza no puede reducirse al simple adiestramiento de habilidades prácticas sino que implica educar intelectuales, lo que es vital para el desarrollo de una sociedad libre.

Agradezco sus comentarios a:

rolexmix@hotmail.com

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