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El Partido Demócrata: ¿partido?

El comentario de hoy

Francisco Amparán

Luego de ocho años de una Administración republicana que, con toda justicia, muchos observadores ubican entre las tres peores de la historia de los Estados Unidos, uno pensaría que sus rivales los Demócratas van en caballo de hacienda rumbo a las elecciones presidenciales de este año. Y en cierta forma ello es correcto: los comicios primarios llevados a cabo hasta ahora han contado con una mayor concurrencia entre los demócratas que entre los republicanos. No sólo eso: los precandidatos del partido representado por un burro han juntado mucho más dinero que sus iguales republicanos.

El problema para los demócratas es que presentan a dos precandidatos de fuste, que al menos por lo pronto tienen, ambos, posibilidades reales de ganar la nominación. Y que apelan a grupos demográficos diferentes, cuyo concurso será clave a la hora de los trancazos en noviembre.

Por un lado está Hillary Clinton, la primera mujer en tener posibilidades reales no sólo de ser nombrada candidata a la Presidencia, sino de ganarla. En teoría, Hillary atraería el voto femenino de las indecisas o independientes, dado su género.

Por otra parte, el senador por Illinois Barack Obama es de raza negra, y también resulta el primero de ese grupo étnico en tener posibilidades reales no sólo de ser postulado, sino también de alcanzar la Casa Blanca. Obvia decir que muchos suponen que, por sus orígenes, Obama atraería una alta proporción del voto negro.

La cuestión es, para empezar, si la ciudadanía norteamericana (que ciertamente no se caracteriza por su profundidad) va a votar por cuestiones tan superficiales como el sexo o el color de la piel de los precandidatos. Y en segundo, si la presente pugna no desgarrará a los demócratas justo cuando más necesitan de la unidad para echar a los republicanos de la Presidencia.

El peor escenario que dibujan algunos observadores es que la candidatura de Hillary enfríe a la población de color, que tradicionalmente se inclina por los demócratas, y se quede en su casa el martes 4 de noviembre, cuando su participación puede resultar clave (especialmente en ciertos estados). O que si el candidato es Obama, vaya a haber una reacción en la población femenina porque no salió su gallo… o gallina. En fin, ya me entienden.

Ciertamente los ataques de Hillary a Obama y viceversa han ido subiendo de tono… lo que alarma a no pocos demócratas, conscientes como están de que situaciones por el estilo, históricamente, han resultado desastrosas para su partido. Así que a muchos les urge que Hillary y Obama fumen la pipa de la paz, y dejen de tirarse pedradas. Después de todo, está en riesgo la casa de cristal que cobija a uno y a otra.

De cómo resuelvan los demócratas este entuerto quizá dependa el resultado de las cruciales elecciones de dentro de diez meses. Elecciones de las que, nos guste o no, dependen muchas cosas a lo largo y ancho del planeta.

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