NUEVA YORK.- Se pasea ya en los pasillos del Senado como el dueño del Partido Demócrata, con el rostro visiblemente relajado y con la sonrisa de quien se sabe ganador. Se muestra confiado y se concentra ya en la elección de noviembre, ignorando que el proceso de selección no ha terminado y empezando a cometer errores que podrían traducirse en 4 años más de un republicano en la Casa Blanca.
Barack Obama tiene razones de peso para sentirse el Elegido, como lo llaman Gail Collins y Maureen Dowd del New York Times. Después de todo, el afroamericano está a menos de 120 delegados de conseguir la nominación; tiene millones de sobra en su cartera, mientras que Clinton arrastra una deuda de 20 millones de dólares; él está 6 puntos arriba de ella en las preferencias de los demócratas; y anteayer Obama fue abanderado por su ex rival John Edwards, uno de los principales integrantes del Club de Toby, en lo que parecía más un concierto de rock, que un mitin político.
Sin embargo, Obama está pecando de soberbio. El Partido Demócrata sigue dividido, como lo demuestran no sólo los resultados en cada uno de los procesos electorales que iniciaron en Iowa en enero pasado, sino como lo indican las encuestas de salida en las que hasta un 56% de los simpatizantes de Clinton afirma que votaría por McCain en noviembre si Obama resulta el candidato demócrata.
Obama está confiado en exceso en que su discurso del cambio y su innegable carisma podrán unir inmediatamente a su partido y contener la poderosa maquinaria republicana que aplastó a Al Gore y a John Kerry, en 2000 y 2004, respectivamente.
Más aún, el hombre que podría pasar a la historia como el David que aplastó a los Clinton cree que el apoyo de Edwards es suficiente para darle el “baño de pueblo” que le urge a su candidatura, para conectar con el votante blanco, rural, de ingresos bajos, los mismos votantes que han preferido a la senadora Clinton y a los que él despreció al afirmar que se “aferran a la religión y a las armas por su amargura” ante su adversa situación. Sin embargo, el respaldo de Edwards hizo poco por ayudar a Kerry en 2004, ya que ni siquiera fue suficiente para que los demócratas ganaran Carolina del Norte, el estado natal de Edwards.
Desairar los procesos de Virginia del Oeste, Kentucky, Oregon, Puerto Rico, Dakota del Sur y Montana le abren un flanco a Obama frente a los votantes de estos estados que serán fundamentales en la elección de noviembre. En el mantra de la que parece ser la agonizante campaña de Clinton se repite desesperadamente una y otra vez que los demócratas no han llegado a la Casa Blanca sin haber ganado estados como Pennsylvania, Kentucky y Virginia del Oeste, justo los que Obama minimizó en el proceso de selección interna de su partido.
Peor aún, para un amplio sector que ha sido fundamental para mantener a Hillary Clinton viva en la contienda a estas alturas, para las mujeres mayores de 35 años, las constantes presiones para que la senadora abandone la contienda ya y se rinda al encanto de Obama suenan a misoginia pura, como señalaba una columna publicada en el Washington Post de ayer.
En resumen, Obama está cometiendo pecados capitales que podrían derrumbar su histórica candidatura en noviembre. El afroamericano necesita no sólo empezar a confrontar a McCain, sino demostrar que está jugando dentro de las reglas de su partido, sin desairar a los votantes demócratas y llegar a la Convención Demócrata de agosto sin haber tirado la toalla antes de tiempo, con el respaldo de haber competido hasta el final.
Politólogo e Internacionalista
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