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El Quinto Mandamiento

Gilberto Serna

Es una iniciativa que no dejará de serlo mientras la Constitución permanezca inalterada. Aunque cabe decir que si se borró del texto legal la pena de muerte, puede ser restablecida mediante una reforma. No sería la primera vez en que la Carta Magna sufra un cambio y a continuación se meta reversa, aún contrariando tratados internacionales. El Artículo 22 en su párrafo final, no ha mucho, ordenaba que la pena de muerte sólo podría imponerse, entre otro delitos, al homicida con alevosía, premeditación o ventaja, así como al plagiario, al salteador de caminos y a los piratas. También correrían la misma suerte el traidor a la Patria, el parricida y los reos de delitos graves del orden militar. En los años cincuentas aun se hablaba de la drástica pena en legislaciones de dos o tres entidades, eran los últimos reductos en que se aplicaba tan terrible castigo, sin que no obstante, que me acuerde, se haya aplicado. En años anteriores tenía un uso mayor por que las circunstancias así lo requerían, (¿cómo ahora?), eran tiempos en que los mexicanos empleaban las armas de fuego para dirimir sus diferencias sociales. Era común, ver a grupos de gente con carabinas, comandados por una ordenanza, en algunos casos con dos cananas, que después de amarrar al sentenciado, colocado de espaldas a un paredón, con los ojos vendados, era pasado por las armas, dándole después lo que se llamaba el tiro de gracia en la sien, terminando así con su sufrimiento, en caso de que aún estuviera con vida.

La cosa es que se habla de muerte, por que ésta se ha enseñoreado de las calles de casi todas las ciudades del país. Es necesario, parece ser la consigna, privar de la vida, en represalia social, a los desalmados matarifes para tranquilizar al pueblo. Se requiere que los jueces se olviden de los principios de justicia, que abrieron paso a la civilización, para volver a la Ley del talión, en la que se impone al reo un daño igual al que haya causado. Es cierto que estamos a punto de coincidir en los hechos con lo que se conoce como Ley marcial, en que los tribunales militares reemplazan a las civiles, se gobierna por decreto y se suspenden las garantías constitucionales. No se ha llegado a esos extremos, pero la verdad es que los soldados patrullan el territorio dado que hasta el momento, si hemos de ser honestos, las autoridades civiles no han podido detener la impunidad con la que grupos al margen de la Ley realizan sus ilícitas actividades. Eso ha hecho cundir el pánico que aprovechan grupos de malhechores de la localidad para hacer de las suyas. La muerte está presente con tal virulencia que no se respeta la vida de menores de edad, ni de mujeres embarazadas o ancianos que tienen la desgracia de cruzarse por el camino que llevan los delincuentes.

Es tal la desesperación de los ciudadanos, que temen por la integridad de sus familiares, que han recibido la noticia con beneplácito de que se quiere reimplantar la pena de muerte. ¿Huitzilopochtli reclama sus ofrendas? Siendo así ¿Cuál sería la forma en que el Estado pondría fin a la vida de un ser humano? Quizá ¿el linchamiento?, masas enceguecidas por un odio irracional haciendo justicia por propia mano, sabedores de que su acción multitudinaria no les traería sanción legal. En el drama de Lope de Vega, (1562-1635) interrogados los vecinos de que quién había asesinado al Comendador de Calatrava, Fernán Gómez de Guzmán, que era un tirano, contestaban Fuenteovejuna, Señor. ¿Y quién es Fuenteovejuna? ¡Todos a una! Bien, otra manera es la Ley fuga que permite que el detenido se escape, aun facilitándoselo la autoridad, para matarlo durante su huida. Lo que se busca es no tener que recurrir a apariencias de legalidad o cuando, por más lucha que se le haga, no se encuentra justificación legal alguna para eliminarlo. Hay, en el curso de la historia de la humanidad incontables formas de acabar con la vida de una persona.

Aquí en Coahuila se pretende aplicar la pena de muerte a los plagiarios que torturen y maten a sus víctimas. Hay voces a favor de la medida, de quienes recibieron con cierto alivio, el que alguien se preocupe por lo que está pasando. Consideran que hay que hacer algo, cualquiera que sea el resultado. No son tiempos de mantenerse indiferente. Sea viable o no lo que se propone, es mejor equivocarse que no hacer nada. Lo peor es quedarse paralizados. Los espíritus mediocres han criticado la propuesta, pero no hacen nada por solucionar lo que es un verdadero problema que está golpeando fuertemente a la sociedad, estos señores están pidiendo que la colectividad siga el ejemplo del avestruz que entierra la cabeza en la arena cuando le acecha un peligro real o imaginario. Le ha caído a la iniciativa de que se reimplante la pena capital, una lluvia injustificada de epítetos negativos tachándola de retrógrada, electorera, mediática, bárbara, demagógica y populista con la que sólo se está buscando una ganancia electorera, calificándola de populismo punitivo y de venganza social. De ser así, esperemos que los que asesinan a sus semejantes recuerden que el quinto mandamiento de la Ley de Dios es: no matarás. En fin, a los sabihondos que se dedican a repudiar lo que proponen los demás, les pediríamos que nos den el trapito y el remedio.

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