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El reglamento vial

Gilberto Serna

Entró en vigor el reglamento de Tránsito y Vialidad que obliga a los conductores a cumplir con las normas que ahí se especifican. De entrada es una ordenanza para poner orden en una ciudad sumamente desordenada, en que cada quién al volante hace lo que quiere, hasta ahora. Los encargados de la vigilancia y de poner en orden a los conductores de vehículos que circulan por la ciudad deben tener el criterio suficiente para actuar en consecuencia, según sea el caso que haya de sancionar, actuando siempre con un criterio preventivo. El oficial de Tránsito no debe ser una máquina recaudatoria del Municipio, que está oculto detrás de un poste esperando que se cometa una infracción para elaborar la boleta de multa.

Tampoco excederse en sus funciones sintiéndose autoridad más allá de los límites donde le es dado actuar; ni ser un pelele al que cualquiera puede faltarle al respeto. Debe actuar con decoro. Es la ocasión de borrar la imagen de uniformados que andan detrás de un embute por hacerse los disimulados. La ley debe ser pareja para todos, sin excepción.

El reglamento es perfecto por cuanto regula qué es lo que pueden hacer los conductores y qué no. Lo que parece correcto es que se prevenga a los servidores públicos que no acepten dádivas o mochadas o mordidas, quienes deberían estar blindados contra estos ofrecimientos mediante un sueldo digno, reconocimientos periódicos por los mandos superiores y una conducta intachable de éstos.

Déjese atrás el “tequiliú”, que es la suma de dinero que se estaba obligado, en tiempos pasados, a entregar a los mandos superiores en lo que no podía ser otra cosa que una autorización para dedicarse impunemente a la extorsión, al pillaje y al abuso. Desde la venta de cruceros para los agentes pedestres, hasta el área a cubrir en una patrulla, pasando por las motocicletas que se entregaban previa suma en efectivo, que era una auténtica patente de corso para dedicarse al saqueo atropellando literalmente a los conductores, arreglando multas que iban a parar a sus bolsillos. Había una red de depredadores que provocaba en el público la certeza de que las oficinas eran una cueva de ladrones con placa.

Al conductor que proponga llegar a un arreglito y al servidor que acepte el soborno, deben ser sacados de circulación y llevados a los tribunales sin excusa ni pretexto. Me preguntaba en el pasado ¿por qué los mexicanos, apenas cruzábamos la línea fronteriza, nos convertíamos en ciudadanos modelos, yendo y viniendo, con absoluto respecto a las normas que regulan el tránsito? La respuesta era que había orden y el desorden se castigaba con penas severas. Pero para hacerlo, logrando que anden derechitos, viandantes y automovilistas, se requiere que la ley sea pareja. Que no haya quien es excusado del pago de una multa que le impuso por una violación. O como dicen, todos coludos o todos rabones. Si usted quiere mandar en su casa y sobre todo que se le obedezca debe empezar por poner el ejemplo. No hacer excepciones ni para el público ni para los obligados a mantener el orden vial. El reglamento actual es tan perfecto que parece está hecho para una población donde todos están dispuestos a comportarse debidamente.

El personal encargado de mantener el orden vial ¿estará inoculado contra la tentación de aumentar sus ingresos en forma ilícita?

¿Lograrán captar en sus cerebros que no es una canonjía ni una prebenda lo que reciben, sino una responsabilidad y una oportunidad de oro que se les da para servir a su comunidad?

No sé qué tan preparados estén los actuales agentes. El lunes 4 de este mes, un motociclista, detuvo a un conductor, al filo de la una de la tarde, al dar vuelta a la derecha en la avenida Revolución para tomar la calle 32, indicando que el nuevo reglamento prohibía esa maniobra mientras el semáforo estaba en rojo, lo que era una infracción que ameritaba multa. De inmediato, enterado del hecho, acudí al ejemplar del Reglamento Vial sin encontrar la mencionada conducta establecida como falta en alguno de sus 55 artículos. El 30 habla de vuelta y nunca prohíbe hacerlo a la derecha, el 31 ordena que será continua. ¿Habrá el agente motorizado estudiado y aprendido el librito que contiene el reglamento?, ¿es peligroso que los agentes inventen infracciones por ignorancia o malicia?

Nota bene

En la página 24 del folleto, enviado a los domicilios de los habitantes de este Municipio, el Artículo 37 aparece evidentemente incompleto, transcribiéndose, en parte, antes de la relación de infracciones que ocupan las páginas 25, 26, 27, 28, 29 y 30. Aunque la falla puede ser calificada de peccata minuta, no deja de ser un error que puede parecer incuria.

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