La vida se compone de escenarios, y el comportamiento depende de dónde estamos parados. Si no hay congruencia entre el hacer y lo que marcan las circunstancias de tiempo, modo y lugar, se cae inmediatamente en la desadaptación.
Cierto es también que los moldes se hicieron para romperse y que la excentricidad y la genialidad de algunos le han cambiado la cara al mundo, pero son una evidente minoría.
El tema viene por la indudable confusión que existe en el equipo de Jaguares de Chiapas en cuanto al rol que deben desempeñar sus jugadores dentro del terreno de juego.
Los discípulos de Sergio Almaguer han convertido el rectángulo de 105 por 68 metros en un encordado; creen, erróneamente por supuesto, que el balompié es una pelea donde saldrá victorioso el más macho, el pegalón, el maldito del barrio o el gandalla sempiterno.
Luego de padecer el desmantelamiento del cuadro por la bronca escenificada ante Cruz Azul a finales del torneo pasado, se pensó en una lección aprendida y asimilada, pero el accionar posterior de aquellos jugadores que hoy conforman el once titular hace creer que ni siquiera se ha hablado del asunto en el feudo chiapaneco y eso resulta alarmante, sobre todo conociendo la seriedad de su directiva.
Ante Atlas expulsaron injustamente a Adolfo “Bofo” Bautista pero independientemente de que no propinó ningún codazo a su oponente, los desplantes del delantero, con reclamaciones y provocaciones, hubieran bastado para que un juez de jerarquía lo mandara a bañar temprano.
Eso sin contar que hubo un par de entradas de cárcel que el árbitro pasó por alto, y ahora en casa, ante Tigres, su referente en la delantera, Itamar Batista, estuvo a un tris de lesionar seriamente a su oponente mediante una “plancha” que obligó al silbante a echarlo de la cancha, perjudicando obviamente el esfuerzo de sus compañeros.
Se deben replantear conceptos. Sin caer en la tibieza o el desamor a los colores, dejar en claro que no son la agresión de callejón ni el descontón aleve el camino para ganar, por lo menos en el futbol.
El cuadro jaguar ha llenado de colorido y alegría al futbol mexicano; ha sido, asimismo, un punto de unión e identidad para Chiapas, ese hermoso Estado del sureste mexicano, y es por ello que se tiene que encontrar la fórmula para vincular la virilidad con la inteligencia, la garra con la lealtad y el esfuerzo infatigable por encima de la muy socorrida “calentura del partido”.
La temporada parece que será larga para el cuadro chiapaneco. Sergio Almaguer encontrará, si bien le va, su cuadro ideal por ahí de la fecha diez. Sugiero no echarle más sal a la herida con suspensiones innecesarias y hacer lo que mejor saben: jugar al futbol.
A riesgo de molestar o caerles mal, me permito invitar a los Jaguares... a bajarse del ring.