La avenida del Río Nazas ofrece experiencias que reflejan la realidad social y política de nuestra región, para enseñanza de los laguneros.
La primera concierne al reconocimiento de una realidad ecológica que se impone a cualquier obra humana y como consecuencia, nos enseña que la adecuada convivencia del hombre con el medio ambiente sólo es posible siguiendo la máxima científica de Isaac Newton según la cual, a la naturaleza sólo se le domina obedeciéndola.
El aprovechamiento de los recursos naturales entraña un problema social relativo al reparto de riqueza. En el caso de las aguas del Nazas el precedente fundamental deriva de la resolución de la Suprema Corte de Justicia que en tiempos del general Porfirio Díaz, asignó la disposición del líquido entre los agricultores ribereños de los Estados de Coahuila y Durango.
El dictamen basado en criterios de equidad fue emitido en base a consideraciones técnicas. En el caso concreto hubo que enfrentar la dificultad adicional que implica la trayectoria irregular y poco previsible del río, cuyo torrente discurre en una planicie inmensa desparramándose más allá de su cauce matriz de manera diferente año con año, dando con ello nombre a la Comarca Lagunera.
Fue hasta el final de los años treinta del siglo pasado, cuando el Gobierno Federal inició la construcción del actual sistema de riego cuyos principales elementos son la presa Lázaro Cárdenas como almacenadora y como presa de control la Francisco Zarco, cuya construcción culminó a fines de la década de los sesenta.
La responsable del control del agua en la actualidad es la Comisión Nacional del Agua, bajo criterios que demandan el almacenamiento máximo de acuífero al menor riesgo, lo que equipara dicha labor a la del cohetero, que escucha rechifla sea cual fuere el resultado de su intervención.
Lo anterior con mayor razón en virtud de que Conagua cuenta con atribuciones técnicas para preservar los cauces naturales, pero carece de facultades coercitivas y de recursos materiales para constreñir el comportamiento de quienes desafiando las prohibiciones, establecen asentamientos humanos e instalaciones agropecuarias en los cauces o los utilizan para el desecho de residuos industriales contaminantes. Lo peor es que tal desafío ocurre con la complacencia de autoridades locales que pasan de la simple omisión a la transgresión activa, al dotar de servicios y cobrar impuestos a los asentamientos irregulares.
Los cambios políticos que han ocurrido en el país han generado un mayor protagonismo de gobiernos estatales y municipales como respuesta a una demanda ciudadana que exige la descentralización de funciones y recursos de la Federación a los órdenes locales de Gobierno.
Sin embargo, esa descentralización de recursos no corresponde a una Reforma del Estado planeada y pactada entre los protagonistas de nuestra vida pública, en base a una asignación clara de responsabilidades, lo que sumado a la enconada lucha por el poder que amenaza hacer de las entidades federativas verdaderos feudos, genera el vicio de “pasar la bolita” para eludir las responsabilidades que tocan a cada nivel de autoridad.
En tal contexto, el actual paso de las aguas del Nazas ha dado la oportunidad a los laguneros de trabajar en unidad, como ocurre con el problema de abasto de agua a Ciudad Lerdo, que se resolvió por vía de la corresponsabilidad y la solidaridad.
En contraste con el ejemplo mencionado, el caso de la cuenca baja en el municipio de Francisco I. Madero en el Estado de Coahuila, se han dado muestras de discordia entre productores agropecuarios que con el apoyo de las comunidades aledañas a sus respectivas instalaciones, han formado “bandos” que mediante la construcción de bordos artificiales, pretenden determinar a su conveniencia el curso del Río a despecho de los males mayores que ello pueda ocasionar en perjuicio de otras comunidades.
Es evidente la solución del problema que lo anterior plantea es tarea de los gobiernos locales y de los sectores sociales implicados. Sea cual fuere el desenlace de esta historia debe prevalecer la solidaridad entre los hombres y el respeto al paso del agua, porque pese a la ambición o al capricho humano, a la naturaleza sólo se le domina obedeciéndola.
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