En el templo de San Pedro Apóstol, las imágenes religiosas se encuentran cubiertas de dólares que dejan los migrantes para agradecer que tuvieron trabajo en Estados Unidos. (Agencia Reforma)
Cada año miles de michoacanos cruzan la frontera en busca de empleo. Los habitantes de San Pedro Zipiajo encomiendan su alma a San Pedro Apóstol, y le ‘pagan’ colgándole billetes verdes.
En diciembre de 2007, Prágides y Marta, su esposa, llegaron al Templo de San Pedro Apóstol para pedir que él pudiera cruzar con bien a Estados Unidos.
La promesa al santo que los habitantes de San Pedro Zipiajo habían adoptado como “protector de los migrantes” era simple: si los ayudaba, regresarían al año siguiente a colgar en sus ropas un billete de 20 dólares como muestra de su agradecimiento.
Para Prágides, un indígena purépecha de 30 años que sólo sabe cultivar la tierra, la decisión de sumarse a los 700 michoacanos que todos los días abandonan el estado era su última opción.
En un intento por permanecer en el pueblo, durante meses esperó que la promesa gubernamental de generar 800 mil empleos se cumpliera. Él hizo lo suyo, buscó por todas partes un empleo que le permitiera permanecer a lado de su esposa y sus dos hijas; lo único que consiguió fue emplearse por cuatro meses en la cosecha de maíz, con un salario que no superaba los 80 pesos diarios.
El resto del tiempo, su familia sobrevivió de préstamos familiares -algunos de ellos todavía sin liquidar- y la venta de los pocos muebles que se encontraban en el pequeño cuarto de tabique sobrepuesto y techo de lámina de cartón en el que aún habitan.
Harto de la pobreza y el desempleo, a lo único a lo que él y su familia podían recurrir era a su fe, la cual, paradójicamente, se incrementaba ante la ausencia de los gobiernos federal y local y el endurecimiento de las medidas migratorias.
“Mientras más difícil es el cruce, más grande es el milagro”, señala Prágides, quien habla sin dejar de mirar a su santo.
Luego de trabajar nueve meses en el “field”, como le llaman los migrantes michoacanos al campo, la semana pasada el matrimonio volvió a tomar su lugar en la octava banca de la iglesia para cumplir su promesa y solicitar de nuevo la protección del santo ante lo que resulta inevitable en esta población del municipio de Coeneo: Prágides volverá a intentar cruzar la frontera con la promesa de que si lo logra, y pese a la recesión económica, regresará en diciembre de 2009 a colgar otro billete de 20 dólares.
Monumento a las remesas
Estas muestras de fe son las que convirtieron al Templo de San Pedro Apóstol en un verdadero monumento a las remesas, en parte porque fue construido con las aportaciones de los migrantes, y en parte porque la vestimenta de los santos y los muros están prácticamente tapizados del “billete verde” que cada año colocan los michoacanos para agradecerle un milagro y, de paso, pedirle protección para volver a intentar cruzar la frontera.
El templo, enclavado en el centro de San Pedro Zipiajo, fue construido en 1523, reconstruido en 1966 y remodelado en 2007 con las aportaciones de un pueblo para el que las remesas constituyen la principal fuente de ingresos.
El recinto, que es cuidado celosamente los 365 días del año por las familias de la comunidad, alberga en su interior dos imágenes de San Pedro Apóstol, de cuyas ropas cuelgan dólares de todas las denominaciones. Una de ellas, la original, se localiza en la parte superior del muro central de la iglesia. Los billetes que cuelgan de su ropaje fueron colocados hace más de una década y desde entonces, ni el párroco del lugar puede tocarlos.
La segunda, una réplica de tamaño natural; se ubica al fondo de la iglesia y conforme pasan los días de diciembre, enero y febrero, los creyentes van cubriéndola de dólares; cada billete representa un milagro a favor de los migrantes.
A lo largo del pasillo que lleva a la figura del santo, es posible observar otras imágenes religiosas con dólares colgando de su vestimenta, aunque en menor medida; entre ellos, la Virgen de Coeneo, una pequeña figura de mármol que de fondo tiene una pared tapizada de dólares.
Además de los santos, la fe de esta localidad puede medirse en los dólares que tapizan las paredes. Desde mediados de los años noventa, los muros y paredes del fondo de la iglesia fueron cubiertos con billetes de un dólar.
La tradición del pueblo señala que sólo los billetes colocados en la réplica de la imagen de San Pedro Apóstol pueden ser retirados, en el mes de febrero, para financiar la fiesta en honor del santo. Aunque estos dólares representan menos de la cuarta parte de los billetes que resguarda el templo, a decir de Margarita Silva, una de las encargadas de cuidar la iglesia, es suficiente para solventar los gastos de los festejos que ascienden a cerca de 30 mil pesos.
Actualmente no existe una fecha específica para celebrar la fiesta de San Pedro Apóstol, pero al tratarse del protector de los migrantes, se lleva a cabo en febrero, cuando los hombres de la comunidad comienzan a partir hacia la frontera Norte para emprender su travesía.
Pero la fe no lo puede todo y la localidad comienza a sentir los estragos de la recesión. Contrario a lo que pronosticaron organismos internacionales como la Cepal sobre el regreso masivo de migrantes, en esta localidad muchos de quienes se fueron optaron por no volver este diciembre, algunos por miedo a perder sus empleos, otros por la inseguridad en el país y muchos más, para ahorrarse esos recursos; un indicador de ello es la reducción de los dólares que cuelgan de las ropas de San Pedro Apóstol este año.