México es, por historia y temperamento, latinoamericano. Nos hace semejantes la composición étnica, los antecedentes culturales, religiosos y políticos, de los que parten las sagas de nuestras respectivas independencias, y la coincidencia de retos sociales y económicos, hacen que el tema de la unidad de nuestra América sea un constante referente en las relaciones entre los países de nuestro continente.
Latinoamérica es un concepto incluyente. En él se dan cita no sólo los países de habla latina como el español y el portugués, sino en el Caribe los de habla francesa. La geografía y los intereses de desarrollo hacen que Belice y las islas caribeñas sean familia, aunque se expresen en inglés.
México es país puente. Nuestra ubicación nos destinó a funcionar de enlace con el vecino al Norte con el que compartimos la masa de Norteamérica. Este contacto, siempre azaroso, ha evolucionado hacia fenómenos inesperados, plenos de potencialidades que a diario se descubren y se reinventan en las mil facetas demográficas y culturales de la cotidiana convivencia en las franjas fronterizas del continente.
Una de ellas, entre las más largas del mundo, tiene la peculiaridad de contrastar Estados Unidos un país altamente desarrollado en lo socioeconómico y militar, con México, es decir, con América Latina. Con todo y las constantes interacciones y fusiones que van apareciendo en poblaciones como Tijuana, Ciudad Juárez o Nuevo Laredo, estas ciudades mexicanas, con las demás que se alinean de mar a mar, son en todos sentidos el gran límite septentrional de una comunidad de inconfundible cultura y visión, frontera de la gran convivencia de 530 millones de latinoamericanos que palpita su dinámica desde el Río Bravo hasta los estrechos de Magallanes, desde las Antillas hasta la Isla de Pascua.
La energía que a lo largo de su historia han dedicado los pueblos latinoamericanos a superar retos sociales, económicos y militares, defenderse de hegemonías externas y rechazar dictaduras nacionales, ha ido fraguando soluciones, enderezando ensayos y consolidando aciertos. La brega sigue y con ella entramos al nuevo Milenio con los frutos y las cargas que dejan la experiencia de más cinco siglos.
Identificado como latinoamericano, en México nunca se ha apagado el sentimiento de confraternidad cultural y socioeconómica y el empeño por unir esfuerzos por labrar el desarrollo integral regional. La vocación se ha expresado en múltiples momentos, desde la primera Convención de Amistad, Comercio y Navegación que firmamos en 1823 con Colombia en los albores de nuestras respectivas independencias hasta los recientes Acuerdos y Tratados vigentes.
Los compromisos de colaboración y coordinación se han insertado en la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), la Asociación Latinoamericna de Integración (ALADI). Los retomamos ahora, o mejor dicho, reforzamos empeños permanentes. Al lado de la retórica que siempre acompaña los propósitos de unidad, sea que se den en Europa, Asia o entre nosotros, son realidades institucionales y programas concretos en acción.
Recordemos entre muchos los acuerdos de libre mercado entre México y Centro América, con los países del Caribe, los de firmados con cada uno de los países sudamericanos, los procesos de armonización con el MERCOSUR y el Grupo Andino, los acuerdos de colaboración tecnológica, los de combate al narcotráfico, en materia de salud, los cientos de convenios universitarios y académicos además del incesante intercambio literario y musical. De trascendencia mundial, fue el Tratado de Desnuclearización de Tlatelolco orquestado por nuestro Premio Nobel García Robles.
Viene ahora el anuncio, suscrito hace dos semanas por los presidentes Calderón y Lula da Silva, de la organización Cumbre de Latinoamérica y del Caribe hecho en la última reunión en Salvador de Bahía , Brasil.
La coyuntura que todos vivimos en México, desde el sencillo campesino hasta el industrial o prestador de servicios más avanzado, es la misma que afecta y encierra retos para los productores y consumidores de los demás países de América. A todos aquejan las mismas deficiencias estructurales mientras que la lucha contra la desigualdad la corrupción y más dramática, el crimen organizado, nos corresponde a todos. Las tareas para llevar educación y salud universales son las mismas.
América Latina tiene posiciones de influencia por conquistar en el consorcio de naciones para reimpulsar su propio desarrollo, mientras aporta a la solución de ingentes problemas en otros Continentes como África y Asia. Brasil ya ha adelantado mucho en este camino en términos de presencia y prestigio internacionales. Muestra de ello, sus conocidos avances comerciales y diplomáticos como la alianza estratégica con la India y Sud África. Su posición realista en las negociaciones Doha en la Organización Mundial de Comercio (OMC) ha fortalecido su agricultura e industria.
La función nacional e internacional que México está llamado a cumplir también es clara y para ello, contamos con capacidades económicas, académicas y políticas ampliamente reconocidas.
El creciente mercado regional acoplado a estructuras financieras que han resistido el penoso derrumbe de las norteamericanas y sus recursos estratégicos, dan base para que América Latina marche con paso más acelerado que el modesto ritmo que se le pronostica. Que México sume demandas, productos y programas a los de otros países de América Latina es lo que corresponde hacer.
A los que temen que una vinculación latinoamericana más definida reste dimensión o fuerza a la atención que tendremos siempre que dedicar a nuestra relación con Estados Unidos habrá que responder que ello es geográficamente inevitable. Su gran mercado y aporte a nuestro desarrollo serán positivos si aprendemos a administrarlos mejor. Diremos también, que mientras más coordinemos el respaldo latinomericano, al que podemos añadir el de España, tendremos más y mejores cartas que jugar en los nuevos centros de poder nacionales e institucionales del mundo.
No sólo está nuestra frontera al Norte. Nuestros litorales nos comunican al mundo entero. Los mexicanos que sigan viendo en Estados Unidos su única opción de ventas, trabajo y hasta de educación, no han leído y oído los signos de los tiempos.
juliofelipefaesler@yahoo.com